Analistas 21/11/2023

El pecado de comerciar café

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero

Defender la importación de café, nos puede llevar a la hoguera, o por lo menos ésta parece una anatema con la que los apóstoles amenazan desde diferentes círculos de poder: el gobierno, el congreso, algunos cafeteros, e incluso comentaristas.

Así abusan de la fe de los practicantes -y del desconocimiento de los no creyentes-, engañándolos al afirmar que importar café baja el precio para el cultivador, porque genera mayor oferta, lo cual es falso. Este es un producto netamente de exportación, y por tanto el precio interno lo determina el que se negocia en la Bolsa de Nueva York más la prima, multiplicado por la tasa de cambio.

La industria tostadora necesita ese café importado para abastecer el mercado interno por varias razones. Primero por precio; aquí y en todos los países del mundo, el café que se vende al público es una mezcla de precio y calidad y, la única manera de mantener un precio accesible para el que se consume en el país, es con un café más barato que el colombiano. Segundo, el perfil de taza al que está acostumbrado la mayoría de nuestros consumidores, se acerca más a la resultante de la mezcla de algo de café de Colombia, con importado. Lo anterior en razón a que las papilas gustativas, por décadas, se han acostumbrado a un café que se fabricaba con las pasillas que los exportadores entregaban al Fondo del Café, como un impuesto, única materia prima que la industria podía adquirir. Finalmente, y en razón a que Colombia ha mejorado la calidad, subiendo el piso térmico de los cultivos, la pasilla es escasa.

Resulta absurdo el derecho de petición que unos congresistas presentaron en plena época electoral al Ministerio de Comercio -solicitando cláusula de salvaguardia y arancel del setenta por ciento. No fue más que un populismo barato, para las elecciones del 29 de octubre.

La medida propuesta perjudica al caficultor. Todo el café de Colombia se exporta a más del doble del precio que podría pagar la industria para atender el consumo nacional. Una absurda solución sería restringir las exportaciones, para sobre ofrecer el mercado interno y abaratar la materia prima, subsidiando por cuenta del cafetero al consumidor.

Pero también afecta al consumidor, que si lo obligan solo a tomar excelso colombiano, en justicia con el cafetero, tendría que pagar por el café, el precio internacional, la libra de esa calidad se paga en el supermercado al doble o el triple del estándar actual, lo que disminuiría el consumo. Ademas, la gran masa de quienes toman café no están acostumbrados al suave colombiano, lo que también frenaría el consumo.

En conclusión, los que ideológicamente pregonan estas tesis, con los incautos que los siguen, sólo lograrían perjudicar a los pobres de Colombia.

De otro lado, las normas de la OMC exigen demostrar un perjuicio a la producción nacional, para estudiar la medida propuesta. Cómo evidente no perjudica a los cafeteros, solo pedimos menos ideología.

Finalmente, la solución para que el mercado de café verde no se supla con café importado -y mezclándolo se bautice como colombiano-, en el comercio, es a través de una norma que sólo autorice importar a los industriales, debidamente registrados. Además tostando el café se eliminan posibles problemas fitosanitarios y se impide el contrabando técnico de exportación.

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