En septiembre se llevarán a cabo las elecciones cafeteras, máximo evento de los productores agremiados a la Federación Nacional de Cafeteros, en el las que se ratifica la vocación democrática de la institución, fuente de legitimidad, para poder ser el administrador del Fondo Nacional de Café, como lo disponen las leyes y los fallos de las altas cortes.
Desde 2002, -en una desafortunada decisión- se aplazaron las elecciones de 2001 y estas han coincidido con las elecciones para congreso y presidente de la república; situación que no es muy saludable para la tranquilidad del debate cafetero, dado que principalmente en los municipios, se vive con gran pasión la política; los líderes locales se confunden con los del gremio, y en muchos casos pagamos la cuenta de la resaca electoral.
Nunca dejaré de recordar que la primera institución en Colombia que celebró elecciones por medios electrónicos fue la Federación, en 2006. Ahora que la registraduría empieza a contemplar esa posibilidad, para presidente y cuerpos colegiados, pero que desafortunadamente el gremio abandonó por la presión de los dirigentes cafeteros que aspiraban a reelegirse y encontraban en la modernidad de los medios electrónicos el obstáculo para poder manipular a sus electores.
Todos aspiramos a que los anuncios del gerente de expulsar a los extensionistas agrícolas que se dediquen a inducir el voto de los campesinos, se cumplan. Sería una medida ejemplarizante, dado que es esta una enorme debilidad de la transparencia democrática de la Federación, que tiene origen en la posibilidad de los líderes de ser reelegidos. Posibilidad que ahora se estudia eliminar en el sistema electoral colombiano y que debería replicar los estatutos de la Federación.
Son notorias en las redes sociales y medios de comunicación las innumerables reuniones y foros que se están llevando a cabo en todos y cada uno de los comités de cafeteros, muchos con gerente abordo, que pretenden agitar el proceso electoral, con el peligro de favorecer a quienes están en el poder, pero que por su contenido deberían ser permanentes.
Se menciona como un anhelo -de los más de 4.000 posibles elegidos-, el tener acceso a honorarios por reunión; por el contrario, se debería estudiar la prohibición de otorgar honorarios a los miembros de los comités nacional, ejecutivos, y departamentales, que constituyen un enorme gasto para la institución y muchas veces el verdadero incentivo para hacerse elegir, cuando lo razonable es prestar un servicio a la comunidad de manera voluntaria y desinteresada.
Es preocupante incentivar a los candidatos a enarbolar nuevas banderas para alcanzar estas curules, en una institución que tiene planes de largo plazo aprobados por los congresos cafeteros, concertados con el gobierno nacional, que más bien se debe invitar a que vigilen el estricto cumplimiento de los objetivos y metas trazadas.
Seguramente debe aflorar en la campaña el problema de la crisis del sistema cooperativo cafetero, y cómo recuperarlo para el gremio. Conexo, desde luego, está el problema de los 7.000 productores, en su mayoría medianos y grandes, que, por su inmoralidad comercial, su codicia, y su traición al gremio, se han resistido a cumplir los contratos de entrega de café a futuro.