Cada día desconcierta más escuchar a gobernantes, candidatos, dirigentes y columnistas, adjudicándole la responsabilidad de la inflación de alimentos frescos a los fertilizantes y la crisis mundial, cuando realmente la mayor parte de la escasez se debe a la baja producción por culpa del invierno.
Así, parodiando a Bill Clinton cuando dijo “es la economía, estúpido”, pienso que esta expresión es aplicable al debate sobre parte de la inflación de alimentos en Colombia, que sin duda se debe decir, “es la lluvia…”.
En los últimos 18 meses los niveles de lluvia han sido superiores -en alguAlimentosnos casos hasta en 100% de lo normal-, lo que implica la disminución de la radiación solar, que es la determinante de la florescencia, y de las buenas cosechas. La energía solar se convierte en energía química en la fotosíntesis.
Resulta que, si estamos convencidos que los precios se forman por oferta y demanda de productos, la escasez es la verdadera causa del aumento en los precios. De ninguna manera se puede aceptar un trillado discurso que responsabiliza única y exclusivamente al aumento en los precios del fertilizante; eso sucedía en la economía cerrada y protegida, cuando por no existir la competencia el empresario trasladaba sus costos e ineficiencias al precio y, el consumidor no tenía alternativa. Sería darle sepultura a la economía de mercado, que es realmente la única defensa que tienen los pobres para acceder a sus alimentos.
Los fertilizantes sí han doblado su precio, pero afectarán los costos de producción de las cosechas que recolectaremos en los próximos seis a ocho meses; no los precios.
Realmente hoy, a la par con el incremento del precio del fertilizante, está el del producto vendido; significa que su participación relativa en la estructura de ingresos para nada cambia, pues no supera el 10 % del precio de venta.
Dificultades podrían presentarse si se mejora el clima y como consecuencia, las cosechas aumentan, puesto que bajarían los precios de venta de los alimentos al agricultor. Por ello, producir, producir y producir, es la única forma de abaratar la canasta familiar de alimentos frescos, que generalmente no se importan por razones de logística; pero para nada controlar los precios es la solución -genera más desabastecimiento-, menos aún, subsidiar la canasta de alimentos, que entorpece los mercados, y las dos medidas producen corrupción.
Fijar los precios genera desabastecimiento, como está sucediendo con la leche, que al controlarles el precio no pudieron absorber los costos, prefiriendo vender las hembras para carne antes de quebrar, y sumado al invierno, finalizó en la escasez que hoy vivimos, que duplicó el precio.
Muy diferente son los precios de huevo, pollo, y cerdo, alimentados con productos balanceados (concentrados), afectados por la crisis mundial de cereales y oleaginosas, que saldrían más costosos si fueran producidos en Colombia, por razones naturales.
El mercado es el verdadero incentivo de un agricultor; el precio y la cantidad son los determinantes de su ingreso, para hacer la actividad rentable. Considero que todos los que formulan propuestas deben pensar en el consumidor, la razón de ser del sistema económico, pero la mayoría se concentran en cómo ayudar al productor, que parecería el único interés de los gobernantes y políticos.