Al pasado congreso cafetero fue invitado como orador el ministro de las TIC, Mauricio Lizcano, un ministro que no forma parte del comité nacional, lo que envía una buena señal de parte del nuevo gerente, preocupado por llevar tecnología al campo.
El ministro se ha dedicado desde el primer día a ver cómo se lleva conectividad a los sitios más recónditos de nuestro territorio. En los últimos treinta años los operadores sólo han llegado donde existe densidad poblacional y capacidad de compra, lo que es otro reflejo del desequilibrio nacional.
El gobierno de Santos llevó fibra óptica a 700 municipios, pero, siendo el mayor de los avances, nos limita a visitar el kiosco del pueblo. Tenemos que llevar la señal hasta la casa del campesino más humilde y alejado, como es el propósito de Lizcano.
No existe razón para que, existiendo el internet satelital, no podamos llevar la señal a todos y cada uno de los campesinos, por ello el ministro propuso las “Comunidades de Conectividad” que no es otra cosa que, en múltiples lugares de la zona andina cafetera, en cada “filo” se pueda instalar un equipo. El ministro anunció que lo pueden ayudar a sufragar, para que desde allí se envíe señal hasta donde la visual lo permita, y así busquemos conexión para 100% así como en muchos departamentos cafeteros, se logró la cobertura de energía eléctrica.
Para este propósito no existe un mejor aliado que la Federación de Cafeteros, por la presencia, la organización en cada municipio y un gerente que viene del sector de la tecnología y la información, y comprende cabalmente las posibilidades que ofrece este proyecto.
Hace 18 años con la introducción de la Cédula Cafetera Inteligente, vivimos el primer experimento de conectividad, con una red de datáfonos, y la primera tarjeta con banda y chip que llegó al país, cuando aun no existían las transferencias por celular. La lección que nos quedó es que los campesinos son muy inteligentes; sin muchos conocimientos o altos niveles de educación, todo lo que les genere beneficios, lo aprenden con enorme rapidez. El reto es para los diseñadores de las aplicaciones.
La conectividad no solo acerca al pequeño productor al mundo actual, también se convierte en el instrumento para hacer más fácil la educación, haciéndola semipresencial, se pueda corregir parte del problema del desplazamiento y lo mas importante, prestar asesoría técnica en tiempo real, homologada y no sujeta al criterio de cada extensionista, que generalmente no son expertos.
Se puede llegar a hacer seguimientos día a día, o al menos semanalmente, para evaluar los días invertidos, precisar el momento en el que se deben adelantar las labores, medir la productividad, -que es el gran problema de la caficultura- por ejemplo, con concursos nacionales o regionales. Filmar las prácticas de beneficio y para que desde un centro de consulta se puedan hacer las correcciones y explicaciones, mediante videos de las mejores prácticas.
Fueron muchas más las propuestas del ministro Lizcano para llevar la conectividad al campo, pero ésta puede ser de aplicación inmediata. Le quedan a la Federación y a la Fundación Manuel Mejía, por ejemplo, el reto de diseñar los programas y aplicaciones más efectivas, acompañados de una formación digital que favorezcan a la familia cafetera.