Analistas 24/01/2023

Reforma agraria para los cafeteros

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero

Este fue el titular de la prensa sobre el discurso de la ministra de Agricultura, Cecilia López, en el pasado congreso cafetero, que inicialmente sorprendió por ser el sector con la mayor distribución de la tierra; sin embargo, al escuchar su discurso entendemos la preocupación del gobierno por el nivel de pobreza de más de 50% de los productores y, la necesidad de aumentar el tamaño de cada predio, de renovar los cafetales y de titularizar la propiedad.

En ese planteamiento es desde luego fácil ponernos de acuerdo, pero con variantes en la solución. Considero que el problema legal de titularizar las tierras puede durar décadas, si tenemos en cuenta que el minifundio se origina en procesos hereditarios, en los que la tierra se reparte señalando los linderos y describiéndolos en una hoja de cuaderno, firmada por todos los hermanos, porque no tienen con qué hacer la sucesión y, los lotes adjudicados son tan pequeños que la autoridad municipal no permite su escrituración por violar la UPA de cada municipio.

En consecuencia, como la necesidad real es tener la escritura para poder hipotecar la propiedad y acceder al crédito, -la solución es un fondo de garantías cafeteras, Fogacafé que nadie entiende porqué lo liquidaron- para otorgar las garantías ante los bancos, aquellos que no tienen títulos de propiedad, pero si poseen excelentes cultivos; además, se complementa con el FAG, garantía otorgada por Finagro y así se rompería cualquier temor de los banqueros al otorgar créditos a los pequeños cafeteros.

Desde luego, es loable el propósito de aumentar el tamaño, pero únicamente el del cultivo, para lo que se requiere crédito y apoyo, si tenemos en cuenta que de cada finca sólo está sembrado 30%. El ingreso se aumenta con renovación y aumento de la productividad; el trabajo y la tierra lo dispone el campesino. Olvidamos que en el gobierno de Juan Manuel Santos se fijó la meta de alcanzar los veinte millones de sacos, propósito que la Federación abandonó.

Está demostrado que la pequeña caficultura genera estabilidad en la producción y que la renovación la duplica. Departamentos como Huila, Cauca, Nariño, y el sur del Tolima, son un fenómeno de pequeños productores que utilizaron tierras baratas e improductivas y su propia mano de obra, -y en un modelo relativamente espontáneo- más de 250.000 campesinos encontraron una forma de vida, trabajo y bienestar, cultivando un buen café.

En la gerencia de Gabriel Silva se dio reconocimiento agrícola, comercial, económico y político, a la realidad del sur que se consolidó contra muchas adversidades y que hoy, genera 50 % de la producción nacional; y de no haberse presentado esta revolución en la caficultura, Colombia a duras penas alcanzaría a exportar siete millones de sacos, de los 170 millones que se consume el mundo.

Nada mejor para una política social que adquirir en la cordillera oriental, desde Putumayo hasta Casanare, 200.000 hectáreas para 40.000 campesinos desplazados por la violencia, cultivadores de coca, y reinsertados, para producir más de cuatro millones de sacos, con nuevos propietarios, en un modelo probado, con instituciones para respaldarlo, y resultados inmediatos.
El café ha demostrado que crea tejido social en la zona rural y es un verdadero antídoto contra la violencia.

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