Impresionante el revolcón que se produjo en pleno Congreso Cafetero, cuando el gerente Roberto Vélez, -después de rendir su informe a los delegados y de escuchar al señor Ministro de Hacienda- recibe una llamada, según afirma de la Casa de Nariño, pidiendo un relevo en la gerencia.
Resulta inexplicable dar crédito inmediatamente a dicha solicitud y dirigirse al congreso cafetero con su renuncia, “para no dar peleas con el gobierno y mantener la unidad gremial”, según se comentó en los pasillos.
Tanta velocidad y sumisión para atender la instrucción dejaron mal parado a un gremio que merece respeto por parte del Presidente de la República y que si bien, tiene el poder de entregar a la Federación de Cafeteros el manejo del Fondo Nacional del Café, -por contrato que se firma cada diez años- si tiene la obligación de respetar la voluntad gremial y concertar en el seno del Comité Nacional de Cafeteros.
No le hizo bien a la Federación una decisión tan apresurada del gerente; si bien salió ovacionado y con un gremio más unido del que recibió, lo deja sin poder para negociar con un Gobierno que ha demostrado su decisión de buscar el cambio, brincándose una instancia sagrada como la del Comité Nacional, salvando en primer lugar el obstáculo de sus propios ministros.
Si conjeturamos que la intención del Presidente es únicamente romper paradigmas en una institución con 95 años de vida, podría quedar un espacio de concertación; pero si la decisión que les facilitó Roberto Vélez significa que ya tiene el reemplazo para proponer, lo debe anunciar, para ver si el sumiso grupo de delegados que ya demostraron su debilidad para la negociación, lo aceptan.
Los que se rompen las vestiduras por la interferencia en los gremios, deben recordar que el gerente lo elige el Congreso Cafetero de una terna que le somete el Comité Nacional de Cafeteros; esta debe ser aprobada por ese órgano de dirección con el voto expreso y favorable del señor ministro de hacienda, lo que no justifica para nada el procedimiento adoptado, que precisamente viola esta norma de concertación.
Inclusive en la pasada elección, la primera terna de candidatos no logró la mayoría para garantizar un mandato claro, y aprobaron una segunda donde finalmente se llegó al acuerdo de las mayorías para elegir a Roberto Vélez.
La historia registra la terna que López Pumarejo le devolvió al Congreso Cafetero, pidiéndole incluir a Manuel Mejía Jaramillo, quien fuera gerente de 1937 a 1957; por lo tanto, la facultad del gobierno se ha usado para nombrar, pero nunca para despedir.
Este es un gremio que administra un fondo público, con la mayor tradición de acuerdos que se conozca, con la respuesta que dio a una simple llamada, renunció a su capacidad de negociar, de igual a igual, de pronto por el temor que los puede embargar ante las pérdidas que han ocasionado los incumplimientos en la entrega de los contratos de venta de café futuro, que son materia de estudio por la Contraloría.
El Gobierno debe tener presente que el estado le presta la fuerza de la ley para recaudar la contribución desde 1927, pero los recursos son exclusivamente de los cafeteros y para los cafeteros.
En el palacio presidencial puedpensar, “si con una llamadita lo tumbamos, con otra llamadita les nombramos el reemplazo”.