Analistas 22/12/2025

"Sabemos lo que hacemos"

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero

Sobre el eslogan del pasado congreso cafetero tenemos que discrepar; al escuchar muchas de las propuestas de la administración -que definitivamente reflejan todo lo contrario- y que se van deslizando suavemente, en una comunidad cafetera embelesada con la más larga bonanza de la historia. Sin embargo, quienes defendemos el gremio por encima de todas las malquerencias que ello genera, estamos convencidos -como es mi caso- que son una contribución para corregir el rumbo de la caficultura, que los novatos pueden llevar por el camino equivocado.

Hoy me refiero a la aparente decisión del gremio -porque no escuché discrepancias- “de adaptar el territorio a la tecnología y no la tecnología al territorio”, así ha reiterado el gerente que “es un rumbo del que no nos vamos a desviar”.

Todo esto sucede en gran parte porque el actual gobierno nacional dejó la caficultura como una rueda suelta, cuando tiene la responsabilidad de concertar la política cafetera en el Comité Nacional -que ha sesionado muy pocas veces- cuando por el contenido social, económico y político de la actividad es una política pública.

Todos han sido errores, que han servido para crear una paranoia en el gremio: sacaron a Roberto Vélez, se enfrentaron internamente para decidir su reemplazo -vetando el mismo gobierno al candidato que supuestamente respaldaba el presidente- y apoyando un candidato que, como no les gustó, dejaron el sector al garete. Luego y por un tiempo, se dedicaron a promover otra institución y unos programas paralelos que no funcionaron, para culminar con amenazas sobre el contrato de administración.

Una decisión, que implica abandonar la ladera para ser reemplazada por un sistema de terrazas, que permitan mecanizar y facilitar las labores, poniendo como ejemplo el parque cafetero de Minas Gerais en el Brasil.

Parece que no saben que el cultivo en Colombia es de trópico húmedo, condiciones totalmente diferentes a la caficultura que los deslumbra por su productividad, pero que no es replicable.

El sistema de terrazas en esa topografía, en un suelo cuya riqueza son las cenizas volcánicas es inviable, porque lo erosiona, y considerando que más del 90 % de los predios son menores a tres hectáreas hace imposible ejecutar las obras. Ya las corporaciones autónomas seguramente están alertas para impedir que se destruyan las laderas cafeteras. Sólo escuchemos a los que, con razón o sin ella, maldicen la llegada del café caturra hace cincuenta años, que destruyó el sombrío, protector del suelo.

Al gerente lo nombraron los federados actuales, para llevar tecnología al territorio y no para adaptar el territorio a la tecnología. En esas laderas han progresado; no se pueden destruir, simplemente en razón a que un inexperto deslumbrado por el cultivo en Brasil resuelva trasladar el modelo a Colombia, en donde ni siquiera el comportamiento climático es similar.

Cuando uno recorre el mapa cafetero nacional, choca con unas breñas, que milagrosamente encontraron el café como casi única opción económica de explotación, razón por la que desde hace más de un siglo la pequeña propiedad es la más eficiente -con mano de obra del propietario y su familia, con clima y régimen de lluvias óptimo - para un cultivo que constituye una forma de vida y fuente de bienestar, y no un agribusiness como se sueña el gerente.

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