Analistas 01/09/2025

Automatización y sociedad

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

La revolución industrial transformó la producción y distribución de bienes y servicios de todo el planeta. No fue un proceso fluido: la innovación alteró formas de vida, preferencias y expectativas, y tejidos sociales. Hoy, la humanidad es urbana e interconectada, y no hay analfabetismo, pero desde hace medio siglo ha crecido en forma paulatina la desigualdad por aumento en el valor relativo de ciertas destrezas y pérdida de valor de otras muchas. Las perspectivas son complejas: el procesamiento de datos con retroalimentación en lenguaje natural abre espacios para reducir al mínimo el papel de los humanos en las cadenas de valor. Las fisuras se podrían ahondar: la cibernética puede concentrar la capacidad para escoger curso de acción, inducir conductas acordes con lo decidido, e incluso desplegar coerción.

La reflexión ordenada sobre la programación y sus posibilidades comenzó hace casi un siglo, cuando el matemático inglés Alan Turing formuló una curiosa posibilidad: la máquina imaginaria cuya cinta registra en espacios discretos opciones interpretadas por un dispositivo según un programa predefinido. En los años 40 del siglo pasado Claude Shannon demostró la correspondencia entre la lógica simbólica y las opciones de circuitos eléctricos. Por la misma época, J. Von Neumann formuló la posibilidad conceptual de una red de células con capacidad de evolucionar de manera armónica según un conjunto de reglas preestablecido.

El aparato de ordenamiento construido ha servido para estudiar el lenguaje, hacer más seguras las herramientas computacionales y facilitar el aprendizaje automático, ejecutado por máquinas mediante la inferencia de patrones a partir de bases de datos, sin reglas específicas para ordenarlos. No hay límite a la programación de la programación de la programación etc. No cabe la supresión total de riesgos, pero sí es posible mitigarlos.

Las consecuencias sociales de la automatización hacia el futuro son impredecibles. Pueden convenir si se impide programar para obstruir la libertad en circunstancias en las que cabe el legítimo derecho a escoger. En el otro extremo del espectro, pueden ser catastróficas si sus controlantes optan por decisiones que impliquen esclavitud o supresión de la especie, objetivos perversos de mentes depravadas. La ciencia ficción está llena de descripciones pavorosas con máquinas que desbordan y oprimen a los humanos.

No basta establecer normas y agentes de supervisión para asegurar desenlaces adecuados y mitigar riesgos. Se requiere involucrar a toda la humanidad en las transformaciones que la esperan. Hay que mejorar el desempeño de todos los humanos hasta donde sea posible y, al tiempo, alimentar la posibilidad de libertad, lo cual exige mejorar la calidad de la educación desde la gestación, extenderla a toda la vida productiva para todos, y establecer instituciones políticas mejores que las existentes. En todo caso, sería absurdo combatir las máquinas para proteger el empleo.
La capacidad para administrar grandes cantidades de información aumentó desde hace cuatro décadas mediante el procesamiento distribuido, pero la energía consumida para interpretar y responder con las nuevas herramientas puede ser enorme, y predecir necesidades y expectativas de usuarios resulta casi imposible.

El aprovechamiento acertado de la computación requiere conjugar ética, destreza y método. Impulsar la automatización para beneficio de toda la humanidad es un gran reto.

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