Conciliar objetivos es tarea clave para todos los habitantes del planeta hoy. La exaltación del ideal liberal sin considerar diversidad de culturas ni desigualdad en nivel de ingreso, condiciones de vida y cultura podría desembocar en desenlaces contrarios al propósito. La situación es compleja: hay riesgos inherentes a la existencia de armas capaces de destrucción total; de otra parte, el crecimiento de la población, que se multiplicó por diez en dos siglos, y el uso de la tecnología para vivir mejor con más consumo de energía sin pagar el costo ambiental pueden desembocar en catástrofe si no se logra consenso sobre caminos que para muchos significarán sacrificios. Cabe repasar: la ideología liberal maduró durante la conquista del mundo entre el siglo 16 y el 19 por Occidente.
En la primera mitad del 20 se vivieron las guerras mundiales, con 70 millones de muertos. Para mitigar el riesgo de nuevas tragedias de dimensiones épicas EE.UU. impuso el compromiso con los derechos humanos como pilar del sistema de Naciones Unidas tras la segunda guerra, en tanto que las circunstancias pusieron fin al sistema colonial entre 1945 y 1970. Sin embargo, la diversidad de sistemas políticos y culturales hace difícil en la práctica cumplir con las declaraciones de derechos. La Urss, hoy desmantelada, nunca se comprometió con ellos. China e India, que suman un tercio de la población total, tienen serios obstáculos para cumplirlos; la primera tiene régimen totalitario pese a que su economía está inmersa en el mercado libre mundial, y en la segunda subsiste el sistema de castas pese a su ilegalidad. El mayor obstáculo, sin embargo, es el machismo imperante en todas partes.
Los dilemas son complejos: el horizonte relevante depende de la edad prevalente; en países jóvenes será más importante el largo plazo en comparación con los de edad promedio elevada. Sin duda, lo más difícil es concertar propósito: la igualdad es muy deseable, pero las estrategias para lograrla podrían desembocar en empobrecimiento general si no se atienden restricciones importantes. El ingreso y el bienestar del consumidor con frecuencia no coinciden: en la práctica quienes consumen en sociedades desiguales y de bajo ingreso promedio son proporción limitada de la población total; su protección a ultranza puede inhibir la captura de economías de escala que podrían beneficiar a la mayoría. El riesgo de manipulación con apoyo en información digitalizada aumenta con la capacidad de procesar datos y desborda reglas con facilidad.
La supresión de barreras al flujo de bienes y trabajo limitaría el rendimiento del capital porque habría más competencia, pero requeriría marcos normativos muy diferentes de los existentes; sería preciso buscar convergencias de los países en materia fiscal y penal, con reducción importante en el número de unidades territoriales con pretensión de soberanía. La mayor integración impulsaría mejor educación para todos durante toda su vida en todas partes, objetivo necesario en todo caso para preservar el valor del trabajo en ambientes económicos con cambios cada vez más rápidos en las cadenas de valor, por la tecnología y las fluctuaciones de preferencias. Las acertadas estrategias para abordar oportunidades y amenazas obligan a revisar muchas premisas en el próximo medio siglo. Ojalá el desenlace sea más libertad para todos, pero hoy el escenario no permite cantar victoria.