Democracia y libertad, propósitos en vilo
Las propuestas políticas tienen propósitos regidos por valores. La democracia liberal fue concebida en Occidente mientras colonizaba el mundo. Busca la participación de todos los ciudadanos en los asuntos públicos, generalmente a través de representantes escogidos mediante el voto popular. Su cimiento ético es la premisa de que a todas las personas se les deben reconocer derechos fundamentales, sobre la base del mutuo respeto: son iguales ante la ley.
El contexto ha cambiado mucho desde la revolución industrial. En solo un cuarto de milenio la población se ha multiplicado por diez y es cada día más urbana. Las transformaciones en las comunicaciones, hoy son instantáneas para todo propósito, con gran dispersión de canales. Como consecuencia, cada persona construye tiene sus propias opiniones sobre lo público, sin orientaciones de expertos; las percepciones y, por ende, las posiciones, son en buena parte producto de estrategias de mercadeo, con frecuencia sin intenciones nobles, de personas e instituciones con anhelo de poder, dinero o ambas cosas. La manipulación impera y los prejuicios se consolidan.
La democracia liberal se estableció tras las guerras mundiales como modelo que rechaza las experiencias con regímenes totalitarios. Las cosas han cambiado: la cantidad de países se ha cuadruplicado desde la conferencia de San Francisco, La premisa de soberanía de los países es discutible, pues el globo está muy entrelazado y la relación de los humanos con su entorno exige racionalidad para sobrevivir; esta consideración desborda fronteras. De otra parte, las economías nacionales son muy diferentes: algunas son prósperas, en tanto que otras son precarias.
Es evidente la importancia de establecer servicios con cobertura universal para salud, educación y riesgos capitalizables - invalidez, vejez y muerte - con mezcla de ahorro individual y redistribución de ingresos del Estado. Así las cosas, al respeto se ha unido la solidaridad como valor determinante para definir estrategias, procesos y estructura para las tareas públicas.
Buena parte del mundo hoy no comparte las ideas liberales, cuya defensa solo será eficaz en la medida en que se logren los resultados deseados. Por el contrario, aflora el escepticismo en Occidente mismo, en rechazo a minorías establecidas por migración de etnias diferentes, en busca de oportunidades para así evitar las dificultades que se enfrentan en su lugar de origen.
Es preciso impulsar el crecimiento de todos los países y derrotar la pobreza. Caben tres reglas para ello: evitar el uso ineficiente de recursos escasos, diseñar procesos públicos eficaces para el logro de objetivos e impulsar la educación pública con cobertura universal y alcance durante toda la vida productiva: solo así cabrán la posibilidad de generar ingresos pese a la sustitución tecnológica, y el progreso individual en el largo plazo. Solo un proceso educativo diferente, con foco en la convivencia como especie, podrá salvar la libertad y la democracia como propósitos superiores.
La libertad es la capacidad de tomar decisiones en forma autónoma; no tiene sentido invocarla sin reconocer que dependemos unos de otros en forma recíproca, y que debemos enriquecer los criterios para escoger entre alternativas mediante reglas