Analistas 15/06/2024

El dilema de la contabilidad

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

Desde hace 4.000 años ha habido registros ordenados para evaluar la gestión en los negocios, pero solo en el siglo 15 Luca Pacioli formuló las reglas del doble registro, que permiten saber si ha habido ganancias o pérdidas en forma articulada con los cambios en lo que se tiene y lo que se debe, para estimar el patrimonio. La contabilidad occidental fue decisiva para movilizar capital en las sociedades establecidas por holandeses e ingleses para la conquista de Indonesia e India. Desde la segunda mitad del siglo 19 se ordenó el asunto en EE.UU., en forma gradual; se reconoció la profesión de contador con exámenes rigurosos, y se fijaron reglas para inspirar confianza en los inversionistas. La economía americana, controlante del mundo de la posguerra, impuso estándares para el registro de transacciones. En 1973 se estableció el Financial Accounting Standards Board, que ordenó las reglas de manera sintética y efectiva, bajo el concepto de que debe haber relación entre ingresos y costos para determinar ganancia o pérdida del período, así no se concuerde con las transacciones de caja: los activos se pueden adquirir en un período y usarse en otro.

En Europa Occidental, con la integración de las economías, surgieron reglas diferentes, menos detalladas y más orientadas a buscar la aproximación de la contabilidad al valor de una empresa desde la perspectiva financiera. Por ende, asigna más importancia al flujo de caja y al valor comercial de los activos como elementos de análisis. Su institución profesional actual, el International Financial Reporting Standards Foundation, es una fundación en operación desde 2003.

En la práctica es imposible conciliar los dos enfoques. Cada uno tiene sus ventajas y desventajas. Siempre es importante saber si se gana o se pierde, pero puede haber caminos diferentes para determinar el resultado. En el sistema americano, llamado Generally Accepted Accounting Principles (Gaap) prima el costo histórico, y en el europeo, llamado International Financial Reporting Standards (Ifrs), es importante el valor de mercado del activo. Es complejo comparar, pues cada sistema puede ser más útil en determinada fase del proceso previo al registro de ingreso. Así, en agricultura conviene registrar el costo acumulado mientras el activo logra potencial de generación de ingreso como consecuencia de su evolución. En ese momento conviene estimar valor de producto bajo Ifrs.

En la Bolsa de New York se usa el Gaap, en tanto que en las de Londres y Frankfurt se usa el Ifrs, y en la de Tokio se usan ambos, según decisión del emisor. En todo caso, el trabajo de los analistas es cada día más complejo: las notas a los estados financieros son extensas y exigen revisión rigurosa para hacer comparaciones. Además, la contabilidad versa sobre el pasado, pero el valor de empresa depende de su capacidad para materializar posibilidades, atadas a su vez a las perspectivas macroeconómicas. En consecuencia, aunque las Asambleas de Accionistas decretan dividendos con referencia a los resultados del último ejercicio, en la práctica la determinación afecta el flujo de caja del ejercicio en el cual se pagan.

No hay, pues, solución perfecta, pero no por ello se debe dejar de desplegar rigor en el registro y divulgar con claridad los cambios en políticas contables. Solo con información útil se construye la confianza necesaria para aprovechar oportunidades.

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