En Colombia, país pobre, desigual y violento, el Presidente, tras tres años en el poder, decidió revisar su gestión. Tras preguntar opinión de expertos locales, buscó ayuda de un consultor independiente residente en Nairobi, cuyo oficio es asesorar países. El asesor llegó Bogotá el primer viernes de agosto. Al día siguiente, el Presidente lo recibió en su despacho y le preguntó cómo calificaría su gestión. El consultor le replicó: desde todo punto de vista usted ha empeorado lo malo, que era mucho; las consecuencias todavía no se notan plenamente; lo han ayudado el precio alto del petróleo causado por conflictos en el mundo, y el aumento de las remesas, pero los efectos del desorden se verán muy pronto. Incluso la estabilidad macroeconómica, de la que se jactan los tecnócratas criollos desde épocas de Lleras Restrepo, hará crisis.
No se preocupe, agregó mientras saboreaba café cargado. Todavía es hora de pasar a la historia, en contraste con sus predecesores desde 1991. Solo debe hacer lo obvio: dar orden a las fuerzas armadas de ocupar de manera efectiva todo el territorio y cancelar las conversaciones de paz con los grupos armados ilegales que controlan dos tercios del país, organizar la economía para asegurar el uso eficiente de recursos escasos, presentar propuesta de ley para arreglar la educación pública básica y media, para lo cual hay buenas ideas, deshacer los daños causados al sistema de salud y más bien mejorarlo, y organizar un referendo para que haya partidos de verdad, legislador idóneo, con formación profesional adecuada y sin intereses particulares, reglas efectivas para ejercicio de las tareas judiciales, y administración eficaz.
El Presidente, estupefacto ante la conjunción de síntesis, coherencia y seguridad, solo atinó a preguntar cómo hacer esa tarea. El visitante, sin abandonar su taza, respondió: usted tendrá que convocar un equipo de pocas personas que entiendan todo. No debe incluir empresarios activos porque estarán en permanente conflicto de objetivos. El equipo deberá presentarle un plan de acción en tres o cuatro días, para mejorar la gestión de manera drástica. Recuerde suprimir protecciones no arancelarias, simplificar de manera radical normas laborales y fiscales, establecer organización territorial con no más de siete regiones, racionalizar el gobierno central con ejecución descentralizada, y establecer sistema de control interno.
El asesor explicó la importancia de invitar a los administradores de las empresas a abrir sus mentes para poner al país a pensar más allá de las fronteras, pues ellos deberían poder identificar oportunidades sin subsidios, dijo, y agregó: no es aceptable que casi la mitad de las exportaciones sean petróleo y carbón sin ser país petrolero.
Remató así: se requerirá estrategia acertada de comunicación. Lo peor es gobernar con X. La información debe tener sentido educativo y pocas palabras. Debe especificar tareas, responsables y fechas, y asegurar que todo engrane. Se necesita enunciar reglas de ética para la convivencia, priorizar actividades y trascender ideologías. Recuerde que Colombia es país pequeño y poco autónomo, pero cuya población superó el analfabetismo general en siete décadas y merece mejor destino.
El asesor miró su reloj, soltó la taza y se despidió. No era necesaria una palabra más.
El Presidente miró el suyo. Aún no era tarde. Su futuro estaba en sus manos.