Las instituciones públicas y privadas son conjuntos de procesos mediante los cuales los humanos interactúan bajo la premisa de que con ellos construyen orden y facilitan el logro de objetivos. Los procesos atienden estrategias, a veces difusas. Ni unos ni otras corresponden siempre a lo expresado de manera formal. De los procesos se derivan estructuras de organización, tampoco acordes siempre con lo escrito.
Las sociedades comerciales son instituciones del ámbito privado cuyo objetivo es maximizar valor mediante el aprovechamiento de las capacidades de su organización y su acceso a capital físico y financiero. Las entidades sin ánimo de lucro tienen propósitos acordes con lo establecido para cada una. Las instituciones públicas, en contraste, pueden tener propósito diferente según los sesgos: la ideología liberal democrática las considera vehículos para impulsar la realización de las personas; la socialista las percibe como mecanismos para construir la convivencia, antes mediante la propiedad estatal del capital productivo, y desde hace más de un siglo con el estado como garante de atención a necesidades fundamentales. En la práctica, el estado debe monopolizar la fuerza, hacer reglas y juzgar su cumplimiento.
Occidente colonizó al resto del mundo entre el siglo 16 y el siglo 20, y definió los países que hoy existen. El nivel de bienestar aumentó con la revolución industrial, pero el ingreso evolucionó de manera dispar. Desde mediados del siglo pasado se multiplicó la población del planeta, se aceleró la urbanización y, con ella, se volvió universal la capacidad de leer. La complejidad de los canales para construir y compartir propuestas se multiplicó con tecnologías que facilitan las comunicaciones. Así las cosas, el liderazgo de orientadores reconocidos es precario.
El ordenamiento institucional actual del mundo es ineficaz, quizás porque está fundado en la experiencia del pasado y no en la atención a las necesidades presentes y futuras. El mapa político exige revisión para lograr el bienestar universal y, al tiempo, abordar riesgos que atañen a toda la especie: las consecuencias de la desmesura en la relación de la especie humana con las demás, la posibilidad de guerra de destrucción total, y los abusos en algunas actividades, como procesamiento de información, fármacos, armas o finanzas. El sistema político inadecuado es peligroso además porque la automatización de la producción y distribución de bienes y servicios puede desembocar en creciente desigualdad, tendencia solo contrarrestable con más y mejor educación, asunto a cargo del estado. La integración política de países es necesaria para capturar los beneficios de ámbitos amplios para el flujo libre de bienes y trabajo; el capital, en términos generales, ya fluye con libertad.
La caracterización de los estados como incluyentes o extractivos no ofrece luz para el camino que debe emprender la humanidad. Están en juego la supervivencia en primera instancia y, más allá, la ética derivada del examen ordenado de la naturaleza, que exige respeto y solidaridad. Se requiere balance entre lo global, lo nacional, lo regional y lo local. Se necesitan reglas idóneas, eficaces, y flexibles para ofrecer bienestar universal sin perjudicar a nadie, y para evitar catástrofes. El rediseño de instituciones públicas es asunto de trascendencia, relevante en todo el mundo.