Analistas 12/07/2025

La libertad como propósito

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

La Ilustración europea del siglo 18 exaltó la libertad como propósito necesario en lo político y en lo económico, para el adecuado desarrollo del individuo en la sociedad.

El mundo de ese entonces era muy diferente del actual: la mayoría de la población era rural y analfabeta, la producción y distribución de bienes y servicios seguía los métodos tradicionales, anteriores a la revolución industrial, Europa tenía control significativo sobre parte importante de zonas costeras en América y Asia, y el comercio entre países se centraba en productos de muy alto valor agregado.

Las transformaciones que se sucedieron cambiaron la vida de los humanos en forma radical. Hoy somos urbanos, se superó el analfabetismo, el trabajo se mecanizó, y la población creció en forma dramática hasta multiplicarse por ocho en los dos últimos siglos. Además, la expectativa de vida se ha más que doblado, y se ha abierto brecha importante entre la vida probable y su fase productiva.

El crecimiento poblacional y el uso desmedido de combustibles fósiles para apoyar consumos de energía en aumento se han conjugado para perturbar el entorno en forma severa. Todo indica que la cantidad de humanos se estancará en el próximo cuarto de siglo, pero será preciso aumentar productividad para tener futuro sostenible y derrotar la pobreza, que se ha reducido mucho pero aún cobija a mitad de la población del planeta.

Las mejoras en las circunstancias de la humanidad de los últimos dos siglos no significan que esté asegurado el bienestar hacia el futuro. Por el contrario, afloran nuevos retos, derivados de oportunidades y riesgos que involucran a toda la especie y serán fuente de nuevas limitaciones.

Es difícil conciliar los ámbitos de la libertad: desde la perspectiva política el concepto implica redistribución para reducir las diferencias en oportunidades, en tanto que en lo económico conlleva minimizar restricciones, con el fin de facilitar la innovación y facilitar en principio la máxima eficiencia en asignación de recursos. Para sortear los conflictos entre propósitos es indispensable trascender ideologías y promover el diálogo fundado en análisis prospectivo de datos y hechos. Es preciso concertar en torno a criterios para valorar opciones y decidir con lógica, pero también cabe considerar que la vida siempre tiene elementos de incertidumbre, que hacen fútil toda pretensión de solución definitiva.

Atender escenarios previsibles exigirá grandes cambios en la institucionalidad en todas partes y límites al arbitrio en muchas decisiones, para hacer posible la convivencia con sujeción a dos valores básicos: respeto y solidaridad.

Así las cosas, aunque la libertad conservará la calidad de necesidad ética, se deberán reconocer restricciones. Se requieren acuerdos sin antecedentes para participar a título individual y grupal de beneficios que significan vida digna en diversos capítulos como seguridad, salud, educación y recreación. Cabe destacar la importancia de cultivar la dimensión afectiva de la vida.

No será fácil hacer la transformación institucional del mundo ni persuadir a toda la población de las inevitables limitaciones. Sin embargo, la realidad obligará a reglas de conducta diferentes. Solo será posible la conquista de la libertad con mucho esfuerzo de todos, sostenido y convenido, en contraste con todo lo precedente. No hay alternativa.

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