La libertad, propósito necesario
La expresión latina libertas, de donde proviene “libertad”, alude a la capacidad del individuo para decidir sobre sí mismo. La palabra “autonomía”, por su parte, combina expresiones griegas para referirse a condiciones en las que cada quién se gobierna. Occidente dominó al resto del mundo desde finales del siglo 15, cuando la población mundial era del orden de 400 millones, hasta mediados del siglo 20, con población cercana a los 3.000 millones. El propósito de libertad se cultivó en sus instituciones políticas formales desde la revolución inglesa de 1689, tuvo su primera expresión democrática en EE.UU. a partir de 1776, desembocó en el fin de la monarquía en Francia en 1792, y se reflejó en los sistemas políticos impuestos por las élites en Latinoamérica a partir de la invasión francesa a la península ibérica en 1808. Sin embargo, convivió hasta terminada la guerra civil americana en 1865 con la esclavitud. Esta institución, presente desde el neolítico, fue sustituida en forma gradual ante costos crecientes de control en Europa Occidental, donde florecieron estructuras feudales y después trabajo remunerado, pero tuvo importancia en sus extensiones y colonias hasta el siglo 19.
La libertad está vinculada con la igualdad ante la ley. Ambos propósitos tienen limitaciones. Así, la genética y el contexto social son decisivos para identificar y cultivar preferencias, y la eficacia de las reglas de convivencia incide en la conducta y en las oportunidades para decidir. En comunidades muy desigualdades, como es el caso en buena parte de Latinoamérica, las personas de bajos ingresos no tienen muchas opciones para escoger forma de vida. Por otra parte, la complejidad de los procesos legales puede hacer difícil el ejercicio de derechos sin asesorías costosas, aún en sistemas judiciales con sesgo contra personas adineradas.
Renunciar al propósito de libertad sería desaprovechar el encanto de lo humano. El lenguaje y los patrones inconscientes ofrecen grandes posibilidades para crear, pero es preciso atender en forma prioritaria propósitos superiores: la supervivencia de la especie está amenazada por su inadecuada relación con el ambiente y por armas con capacidad para la destrucción total. La realidad exige restricciones para mitigar riesgos. Hay, además, nuevos retos: el capital puede obtener ganancias extraordinarias con la utilización abusiva del conocimiento, mediante manipulación de conductas con apoyo en el procesamiento de información y desmesura en lo relacionado con patentes. Por otra parte, casi un décimo de la población humana es sicópata, sociópata, narcisista, bipolar, maníaco depresiva o disfuncional. Hoy casi todos los humanos leen y escriben, así sea en forma imperfecta, y tienen acceso a información de ámbito global.
Las circunstancias exigen ordenamientos diferentes de lo existente en lo público y lo privado diferentes de lo existente, herencia del pasado menos integrado, para facilitar la movilidad del trabajo y mejorar la calidad de la educación en todo el orbe; así se podrá aprovechar el talento para acumular el capital requerido para sostener vidas de 90 años en promedio con fases productivas de no más de 50. El concepto de libertad deberá evolucionar: la responsabilidad de cada quién será cada día más explícita y serán necesarias nuevas restricciones. Se necesitará desplegar imaginación para preservar y enriquecer el propósito de autonomía.