Analistas 24/08/2024

Las diferencias se deben superar

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

Se avizora pugna entre Occidente y China, Hay divergencias ideológicas - el régimen chino es totalitario - y prácticas - el gobierno de China tiene escaso respeto por reglas de importancia para Occidente en diversos frentes.

Occidente hoy comprende Europa Occidental y Central, EE.UU., Canadá, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, Taiwán y Singapur. Su población suma 900 millones. Es próspero pero heterogéneo: hay diversidad de lenguas, costumbres, marcos normativos y sistemas judiciales. Hay reglas de soberanía, con atención a linderos desde lo comercial y la defensa. Los países europeos se han integrado con alcance limitado en la Unión Europea, que incluye a los antiguos satélites soviéticos en Europa Oriental. La calidad de la educación pública básica y media en Occidente es muy buena, con posible excepción de EE.UU., donde la clase alta y media alta han optado en proporción importante por educación privada y abandonado la pública.

La economía china es hoy la segunda del mundo. El ingreso por habitante del país ya es un cuarto del de EE.UU., su educación pública es excelente y su población universitaria cultiva talentos científicos y tecnológicos. Es desigual: el nivel de vida del interior es inferior al de la franja costera, y el rural al urbano. La población no crece en el agregado y la expectativa de vida es similar a la de países plenamente desarrollados, pero la proporción rural todavía excede 30%. Tiene mucho margen para crecer, aunque su sistema político podría ser obstáculo a la innovación necesaria a partir de cierto punto. Su población, un sexto del total del mundo, es elemento de relieve: por ser un solo país, no tiene obstáculos para el libre flujo de bienes y servicios.

Pese a avances de China e India, Occidente es todavía la fuente principal de conocimiento. Tiene el beneficio de atraer talento del tercer y cuarto mundo; muchas personas de promisorio futuro se quedan en EE.UU. tras completar doctorado, y no se aprovecha plenamente el conocimiento construido para apoyar el desarrollo social y económico de los países pobres. La consecuencia es retos modestos y oportunidades limitadas para muchas personas que podrían participar en la epopeya de la reducción radical de la pobreza en el planeta, en vez de invertir tiempo en ocio pasivo, con redes sociales, televisión y cine, y en restaurantes, bares y discotecas.

La acertada ejecución de la tarea, con respeto por las culturas y los derechos humanos, devolvería en muchos casos el sentido al trabajo, más allá de cumplir horas necesarias para conseguir el sustento, e impulsaría la educación continua, necesaria para preservar la capacidad de generar ingresos en escenario de sustitución de tareas humanas por máquinas apoyadas en datos procesados.

Los humanos aliados para combatir la pobreza mitigarían los riesgos de fractura social por la migración de minorías étnicas en busca de oportunidades en lugares más prósperos que el lugar de origen del migrante, en tanto que los países ricos también crecerían sus economías si la tarea se hace bien.

Los humanos dependemos unos de otros. Podemos beneficiarnos todos de un ordenamiento menos irracional que el existente, y evitar pugnas innecesarias, como la que se avizora entre China y Occidente, de la cual nadie saldría beneficiado, excepto quizás los fabricantes de armas. El reto es para todos los habitantes del globo.

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