Las tareas a cargo del Estado evolucionan. En el neolítico se centraban en seguridad, control territorial y protección del inventario de alimentos. En la antigüedad clásica del Mediterráneo la convivencia urbana y el comercio exigieron formas complejas de organización política. La revolución industrial cambió el mundo y el papel de lo público. En el último siglo la población se multiplicó por cinco y se volvió urbana, se redujo la subordinación de la mujer, la expectativa de vida aumentó más que la fase productiva de las personas, economías y sociedades se integraron, y la automatización transformó la naturaleza del trabajo.
Las transformaciones obligaron a ajustar las instituciones hacia la protección social, con base en la solidaridad, valor que se conjuga con el respeto en el modelo político liberal. Las fuentes de recursos del estado para sus tareas son los impuestos directos, en función del ingreso, los indirectos, como el impuesto a las ventas y al valor agregado, más bien regresivos, y la deuda pública.
Los niveles de exacción fiscal y de deuda pública sostenibles dependen de la economía en general; los impuestos están atados a las circunstancias presentes, en tanto que la deuda se contrata con base en expectativas. La fuente de pago de unos y otra es ingreso, para el cual una buena aproximación es la suma de los consumos, la inversión y los gastos de gobierno de cada año.
La participación de lo público en la economía tiende a crecer, por lo cual a calidad del gasto público del presente incide cada vez más en los ingresos futuros. Es preciso asignar y administrar con acierto, y asignar prelación a usos que J. Rawls denomina bienes sociales primarios, asociados a derechos humanos reconocidos, como justicia, oportunidades y auto estima, La ejecución de las tareas a cargo de lo público en todo el mundo es inadecuada, en tanto que las exigencias han aumentado con la extensión de la capacidad para leer y escribir a toda la población. Por ello, la confianza en la democracia como propuesta política se ha socavado en Occidente, donde surgió.
Las perspectivas de mayor gasto en salud y educación como proporción son claras: el envejecimiento supera la extensión de la vida productiva, y la tecnología obliga a cultivar la versatilidad y la preservación de vigencia para preservar las capacidades laborales.
En 2010 C. Reinhardt y K. Rogoff estimaron que el límite de sostenibilidad de la deuda pública es 90% del ingreso. Sin embargo, los saldos en casi todos los países desarrollados, en China y en India son similares al respectivo ingreso nacional. En el tercer mundo la prudencia apunta a relación más baja porque sus economías son más volátiles y de menor productividad, entendida como valor agregado por unidad de tiempo trabajada.
Mejorar la organización política del mundo, con procesos y estructuras adecuados, permitiría los crecimientos de productividad necesarios para derrotar la pobreza. El nivel de deuda luciría menos elevado con ingresos crecientes en forma sostenida. Así se haría más fácil la vida de futuras generaciones, que deberán disponer de recursos para inversión pública y privada con el propósito de mitigar nuevos riesgos de carácter ambiental, cuyas soluciones todavía no están definidas con precisión. Un necesario paso para la humanidad hoy es convenir misión ambiciosa para la especie en el agregado. Ojalá se logre.