Ocho décadas desde la posguerra
Las guerras mundiales terminaron en 1945. EE.UU. era dominante en la economía mundial en ese momento, apoyado en educación pública básica y media de cobertura universal, tasas de productividad por hora trabajada sin rivales, y educación superior líder en ciencia y tecnología, con el apoyo adicional de grandes mentes que emigraron de Alemania desde 1933, a raíz del acceso de A. Hitler al poder. Antes de terminar la guerra EE.UU. impuso en Bretton Woods la institucionalidad económica global que gobernaría al mundo hasta 1971, y tuvo papel determinante en la formación del sistema de Naciones Unidas en la conferencia de San Francisco en 1945, con participación de medio centenar de países. Desde entonces han sucedido muchas cosas: las economías de Europa Occidental y Japón recuperaron condiciones prósperas en proceso que tomó un cuarto de siglo, la Unión Soviética se estancó como consecuencia de la burocratización de su régimen totalitario hasta colapsar en 1991, China imitó el modelo soviético tras la victoria del comunismo en 1949 y luego lo abandonó en 1978, sin renunciar al sistema totalitario, con importantes consecuencias en desarrollo social y económico, y los imperios británico y francés se agotaron, lo cual desembocó en la multiplicación por cuatro del número de países miembros de Naciones Unidas. La población del mundo creció a tasas sin precedentes durante medio siglo, de menos de 2.500 millones de personas a cerca de 8.000 millones en la actualidad.
Los rígidos mecanismos impuestos en Bretton Woods colapsaron hace medio siglo. Se impusieron la libertad para el flujo de capitales y las tasas de cambio flexibles. La asignación de recursos, sin embargo, no ha sido vehículo para mejorar la distribución del ingreso. Por el contrario, desde entonces la distribución en las economías desarrolladas de mercado viene en deterioro y las diferencias entre ellas y el resto no se han reducido; el crecimiento inusitado de la economía china distorsiona las cifras agregadas, porque su participación en el total del mundo ha crecido en forma muy sustantiva, pero la desigualdad también tiende a aumentar en China.
Es necesario revisar las instituciones públicas del mundo entero para abordar este y otros asuntos de gran envergadura. La participación del Estado en el producto interno bruto ha aumentado a niveles superiores a 30% en general: la mala gestión conlleva desperdicio de recursos en montos importantes, y la buena facilita el logro de propósitos esenciales para la supervivencia de la especie. Todo está en juego, en circunstancias sin precedentes. Es preciso desplegar imaginación para detectar opciones, audacia para ejecutar tareas y rigor para asegurar elevada probabilidad de acierto. Se deben reducir diferencias en forma sustancial sin empobrecer a quienes han logrado prosperidad, preservar y crecer la capacidad de generar ingresos de la fuerza laboral del mundo en contexto de cambios rápidos que exigen capacitación permanente y al tiempo reducir la emisión de gases de efecto invernadero y otros retos de carácter ambiental. Procede ampliar ámbitos para libre flujo de bienes y servicios, con integración normativa más allá de lo fiscal y monetario, y proteger diferencias culturales.