El conflicto es inherente a la necesidad de asegurar recursos. En el paleolítico el asunto se centró en comida y medios para combatir el frío. Con la agricultura y los asentamientos urbanos la población creció, se forjaron instituciones o conjuntos de procesos para establecer reglas y asegurar su cumplimiento, y se diferenciaron labores entre guerreros, sacerdotes y trabajadores, en gran proporción del agro. La evolución de las organizaciones desde entonces se vincula con fluctuaciones climáticas, decisivas para impulsar o inhibir el crecimiento de la población, cambios en tecnología, atados al ordenamiento de ideas alrededor de propósitos, y también a pronunciamientos verbales de caudillos en noches de intoxicación comunal, con el germen de modelos políticos de alguna complejidad. La jerarquización hizo más predecibles los procesos sociales, pero también facilitó espacios para el cultivo de la intriga en busca de objetivos individuales con argumentos de interés general.
Ha habido períodos de relativa paz en ámbitos extensos. En la historia de Occidente se destaca la pax romana, impuesta en el Mediterráneo bajo la égida de Roma, cuya estrategia para integrar ciudades y países solo hizo crisis a raíz de las presiones en sus fronteras por poblaciones de cultura, religión y lengua diversas. Entre las causas de las invasiones bárbaras a finales de la república y comienzos del imperio tuvieron papel importante las fluctuaciones climáticas en Asia Central. El imperio duró cinco siglos en Occidente. De su resquebrajamiento surgieron unidades políticas nuevas: godos en Italia y España, francos donde hoy es Francia y occidente de Alemania, anglos y sajones en Gran Bretaña. Hasta la edad moderna, cuando Europa conquistó el mundo, los estados fueron débiles, y la nobleza local poderosa. Desde el siglo 15 se formaron estados nacionales con monarquías absolutistas, que hicieron la tarea colonizadora con pretensión de superioridad.
Los países de Occidente ejecutaron actividades bélicas en forma permanente hasta el siglo 20, escenario de dos guerras con más de 60 millones de muertos. El surgimiento de la democracia suprimió los conflictos entre los países europeos en la segunda mitad del siglo pasado, pero persistieron en el mundo guerras civiles, desmembramientos de países y actuaciones de Occidente en otros continentes.
Hoy Europa y EE.UU. se enfrentan a Rusia, pero las muertes y los daños ocurren en Ucrania, mientras el mundo vive conflictos por instituciones inadecuadas, herencia de la colonización. Cabe poner como ejemplo el antiguo Congo Belga, país distinguido por sus organizaciones criminales, donde no hay orden sino conflicto constante por el control de recursos minerales valiosos. Colombia vive guerra por coca desde hace 50 años; la debilidad para ejercer el monopolio de la fuerza facilita las consecuencias violentas de la prohibición en Occidente. México tiene situación similar en algunas regiones desde hace 25 años. Las diferencias en nivel de vida alimentan la insatisfacción de la población de religión islámica en Europa, con riesgos serios. La situación es irónica: los objetivos globales deben ser mejorar la condición de los de abajo sin socavar la situación de los de arriba, proteger el ambiente, evitar guerras y mitigar riesgos de abusos del capital sin poner en entredicho la economía de mercado. Es preciso decir adiós a las armas.