Esa mañana de domingo los seis aspirantes al solio de Bolívar que habían aceptado la invitación llegaron al aeropuerto de Rionegro desde Bogotá en avión de Interejecutiva. El silencio durante el viaje solo había sido interrumpido por expresiones de inconformidad ante la decisión de no participar por quien lideraba encuestas. Una buseta los depositó en la casa de Llanogrande asignada para el trabajo del día, donde los esperaba el facilitador provisto por los invitantes. Se sentaron en mesa redonda con un tablero con papel al fondo. No había nadie más. Desayunaron jugo de naranja, croissant y café e iniciaron la sesión.
El facilitador agradeció su disposición a trabajar ese domingo con el fin de convenir un plan de acción para cambiar el curso del país con participación activa de todos. Para comenzar, aceptaron que Colombia es país pobre, desigual y violento, cuyas instituciones públicas no funcionan; identificaron causas, esbozaron plan para corregir los problemas y aprovechar las oportunidades, y definieron procesos para ejecutar el plan y organización según los procesos definidos.
Fue un milagro: todos trabajaron sin vanidad. Decidieron como primera conclusión apoyar con convicción a la policía y al ejército para volver seguro todo el país. Luego se pusieron de acuerdo en que la economía exige atención, por la amenaza de recesión marcada, dado que se agotó el espacio para contraer más deuda y poner más impuestos. Tras explicación lúcida de uno de ellos sobre la importancia de hacer lo necesario para dar buen uso de recursos escasos, concluyeron que es necesario suprimir protecciones, simplificar en forma radical el estatuto tributario para suprimir privilegios y discriminaciones, y ajustar las normas laborales para facilitar la contratación formal. Convinieron establecer siete regiones en la gestión del gobierno nacional, con gestor delegado en cada una, para facilitar la articulación entre lo local y lo nacional.
Mientras almorzaban sándwich con gaseosa definieron hacer reunión todas las semanas durante los cuatro años de gobierno conjunto, para revisar pendientes y fijar nuevas tareas; además acordaron hacer presentación trimestral al país de avance de obra. El plan de desarrollo se haría cada año, a 10 años, con los proyectos de las regiones. Se repartieron los ministerios entre los seis, dejando a un lado el de defensa. El criterio de distribución fue coincidir con las siete comisiones del legislador. Decidieron hacer una verdadera Contraloría, con descentralización en las regiones, mediante la integración de Planeación, Contaduría y Dane.
En la tarde esbozaron tres cosas clave: arreglos para el sistema de salud, una verdadera revolución educativa, y una reforma constitucional, con el fin de subir los votos exigidos a los partidos para ser reconocidos, de 3% a 5% del total, y establecer campañas 100% a cargo del estado, con formato simple para evitar democracia por mercadeo: vieron necesaria la reforma para combatir la corrupción.
Todo fue muy fluido.
El facilitador preguntó quién sería el presidente, y contestaron en coro que todos y ninguno. Echaron al azar el nombre que iría en las papeletas, le encargaron al facilitador hacer comunicado sobre la reunión, y revisaron tareas. En adelante se verían todos los domingos hasta la elección.