Trabajo, productividad y remuneración
El trabajo es la aplicación de las capacidades de las personas a propósitos determinados. Es el fundamento de la supervivencia. Sin embargo, desde la revolución agrícola y urbana ha sido posible para algunos aprovechar el trabajo ajeno para atender sus necesidades. En las últimas décadas ha crecido la proporción de trabajadores independientes. Además, ha habido una verdadera explosión de la ocupación en servicios básicos, como preparación de comida y entretenimiento, en tanto que las tareas productivas de bienes y servicios complejos se han automatizado o han aumentado su productividad con el apoyo de herramientas cibernéticas. Consecuencia natural es el desplazamiento por máquinas de personas cuya actividad requería formación general, capacitación específica o ambas. En contraste, ha aumentado mucho la remuneración para la cima de la pirámide laboral, de manera que la brecha entre base y cúpula de las organizaciones empresariales se ha ampliado.
Las grandes compañías del mundo con acciones registradas en las principales bolsas de valores suelen remunerar a los altos ejecutivos con opciones para adquirir acciones al valor actual, de manera que al ejercer la opción en un tiempo pueden capturar el beneficio de la valorización a cuya construcción se presume han contribuido. El nexo de causalidad en muchos casos es tenue, pero lo cierto es que la práctica descrita hace que el estamento laboral más alto tenga sesgo marcado en pro del capital, con riesgos éticos complejos que una fracción importante de las compañías no enfrenta con sabiduría: el mercado laboral tiene características especiales, pues el tiempo disponible para asegurar la vejez, al dedicarse a una tarea, tiene como consecuencia dejar de capturar el beneficio de haberlo consagrado a otra.
La sociedad podría capitalizar la experiencia de quienes pierden vigencia si se establecieran programas permanentes de formación y capacitación para aprovechar las destrezas naturales o adquiridas de todas las personas que conforman la fuerza laboral en ámbitos diferentes del trabajo presente; siempre habrá en la vida productiva de toda persona elementos útiles para otras actividades. Además, la capacitación permanente es importante para preservar la dignidad del trabajo y facilitar la apertura de nuevos caminos para todos.
El examen de la productividad en los esquemas clásicos suponía que el capital podía sustituir al trabajo, y que el trabajo se centraba en la repetición asistida con herramientas y máquinas. La tecnología transformó la sociedad en el último medio siglo de manera radical, pues la productividad total ya no depende solo de la eficiencia creciente de capital y trabajo: conjugar las posibilidades para atender objetivos mediante gestión acertada es determinante. En contraste, la orientación de los administradores del capital hacia incidir en las determinaciones del Estado es inadecuado en la economía globalizada: acentúa la mediocridad e inhibe el aumento de la productividad. Se enfrentan retos enormes: mitigar la desigualdad derivada de aprovechar la tecnología, extender la vida productiva para reducir el costo del aumento de la expectativa de vida, reducir la informalidad, construir una malla protectora para la sociedad sin que la seguridad social sea incentivo para evitar el esfuerzo inherente al trabajo, y mejorar la calidad de la gestión pública y privada.