Analistas 22/06/2022

¡A cambiar de actitud!

Héctor Francisco Torres
Gerente General LHH

Son las siete de la noche del domingo 19 de junio y ya sabemos que, frente a la encrucijada a la que hice alusión en mi columna anterior −que consistía en decidir si hacíamos realidad una profecía apocalíptica que nos amenazaba por tercera vez o si preferíamos hacer una apuesta arriesgada y lanzarnos a una dimensión desconocida para evitarla− más de once millones de compatriotas optaron por la primera alternativa. Era la disyuntiva que los daneses describen como pest eller kolera, entre dos propuestas igualmente desaconsejables.

Confieso que respiro aliviado, no por los resultados de las urnas, sino porque podremos, por fin, cerrar el capítulo de la que será recordada como la peor, la más agresiva y la más sucia campaña política en la historia de nuestro país. Como lo canta Vikki Carr en su recordada canción, esta contienda solo nos trajo “engaños, mentiras, maldad, falsedad”, además de una profundización de las divisiones que han destruido matrimonios, familias, noviazgos y amistades. Parece que el propósito de los inmorales estrategas de ambas campañas hubiera sido confundir y aterrorizar a los colombianos mostrando a sus contratantes como los redentores de esta Colombia agobiada y a sus opositores como los demonios encargados de condenar al país al fracaso.

Entrando en los resultados, aparecen las preguntas sobre lo que nos deparará el futuro: ¿será capaz el nuevo gobierno de zurcir la desgarrada unidad del país? ¿protegerá la economía y la productividad de las empresas? ¿moderará el gobernante su temperamento para lograr los consensos que el país anhela? Esperamos respuestas positivas a estas preguntas, aunque no dejan de inquietar la funesta experiencia del presidente electo tras su paso por la Alcaldía de Bogotá, el triunfalismo exacerbado de los seguidores del Pacto y los antecedentes de algunos de los más visibles alfiles del nuevo mandatario.

Causa preocupación también la actitud que han mostrado muchos de los seguidores de la campaña perdedora que, luego de la jornada de hoy reparten culpas, insultan y reniegan de los resultados. La añorada reconciliación no puede florecer en el ambiente bravucón que hoy percibo; exige morigerar el lenguaje, disminuir el apasionamiento y aceptar las decisiones que escapan a nuestro control. Debemos convivir con esta nueva realidad que nos plantea la democracia con candidez y humildad, y aportar con generosidad todo lo que esté a nuestro alcance para construir la Colombia que queremos.

A propósito de estas reflexiones, propongo sin tibieza cuatro iniciativas para los próximos meses: la primera, no dejarnos llevar por el pesimismo y darnos la oportunidad de ver y discernir antes de descalificar; la segunda, vencer la polarización aceptando que no estamos rodeados de enemigos y que, como nos lo enseñan los principios elementales de la inclusión, todos los seres humanos tenemos atributos únicos, características distintivas y valor intrínseco; la tercera, reconocer que todos los caminos presentan obstáculos admitiendo sin ambages que los atajos no existen y la cuarta, trabajar responsable y colectivamente por la Colombia que soñamos, concentrando nuestro esfuerzo en construir una cultura nacional en la que todos nos sintamos incluidos y podamos contribuir y desafiar el statu quo sin temor a ser marginados, perseguidos, castigados o sometidos a represalias.

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