La insustancial controversia que presenciamos hace algunos días a propósito de los conocimientos ornitológicos de la gobernadora del Atlántico, además de afianzar mi convicción sobre la banalidad de los debates en las redes sociales, trajo a mi memoria, en primer lugar, el cuento de hadas musicalizado por Tchaikovsky hace un siglo y medio y luego, la teoría planteada por Nassim Taleb en su libro “El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable”.
Según la hipótesis del académico libanés, la humanidad enfrenta ocasionalmente ciertos eventos inimaginables e impredecibles, cuyo impacto, sobre todo en materia socioeconómica, es enorme y perdurable. Dentro de esta definición caben episodios tan disruptivos como la Primera Guerra Mundial, la crisis financiera global de 2008 o, discutible para algunos, la pandemia del Covid 19, cuyas consecuencias se sintieron en casi todos los ámbitos de la actividad humana.
Si bien los cisnes negros se caracterizan por su baja probabilidad de aparición y su aterrizaje sorpresivo, el autor abre la puerta a otros ejemplares de este aviario, cuyas tonalidades más claras los hacen perceptibles. Se trata de los cisnes grises, que también son potencialmente devastadores, pero a diferencia de sus oscuros congéneres, su advenimiento, a pesar de la complejidad que los rodea y de la incertidumbre sobre el momento de su llegada, es previsible.
Los cisnes grises pueden manifestarse en forma de desastres naturales, crisis económicas, conflictos políticos, ciberataques o enfrentamientos sociales y, dependiendo de su magnitud pueden tener consecuencias locales o globales, superficiales o profundas, breves o duraderas.
Siguiendo la filosofía de Pambelé, siempre es más provechoso tener un plan de acción para enfrentar un suceso catastrófico (aunque jamás ocurra) que no tenerlo y verse forzado a improvisar mientras la crisis arrasa; sin embargo, conviene aclarar que la capacidad de anticiparse a la aparición de estos pájaros, que nunca son bienvenidos, no depende de las dotes adivinatorias de los individuos sino de la sintonía que se tenga con la realidad de manera objetiva y libre de sesgos, prejuicios y calenturas.
En el caso de las empresas, la preparación para la incierta llegada de algún cisne gris pasa por la elaboración de un plan de negocios que incorpore la evaluación completa y detallada de los riesgos económicos, políticos, ambientales y tecnológicos que puedan asomar, así como el diseño de planes de contingencia que ofrezcan alternativas de continuidad ante tales peligros; involucra la revisión permanente de sus finanzas cuidando la liquidez con especial atención, e implica fortalecer la innovación para diversificar la oferta de valor y así reducir la dependencia de un solo producto o mercado.
Los distintos frentes de la actividad productiva que deben ser tomados en cuenta para disminuir el impacto de los cisnes grises tienen un ingrediente en común: la preparación del talento para operar en entornos de cambios drásticos.
Fomentar una cultura de resiliencia que permita adaptarse rápidamente a situaciones imprevistas y desarrollar los principios de la mentalidad ágil para enfrentar con éxito los desafíos inherentes a una crisis son la clave de la supervivencia. Confiemos en que los cisnes negros no aparezcan y preparémonos para que los grises no nos sorprendan.