Seinfeld es, a mi juicio, la mejor comedia en la historia de la televisión norteamericana. A lo largo de sus nueve temporadas relata la cotidianidad de cuatro amigos neoyorquinos olvidándose de la corrección política y desnudando las emociones, conflictos y debilidades de sus protagonistas con tan magistral combinación de humor e ironía que ha inspirado numerosos escritos en los que se estudia la serie como un fenómeno cultural sin precedentes. Basta dar un paseo por las librerías virtuales para encontrar títulos tan sugestivos como Seniology: The Sociology of Seinfeld de Tim Delaney o Seinfeld and Philosophy: A Book about Everything and Nothing de William Irwin.
Hay un episodio −The Fatigues− que me llama particularmente la atención desde la óptica de las habilidades de los líderes en materia de gerencia de personas. En este capítulo, Elaine Benes se enfrenta al ingrato deber de despedir a un empleado cuyo desempeño es deficiente. Como lo sabemos quiénes hemos experimentado desafíos similares, esta es una tarea difícil que exige preparación (Elaine no la tenía) para adelantarla con decisión, profesionalismo y respeto. La protagonista abordó la reunión llena de ansiedad y se atemorizó de tal forma con la actitud de su interlocutor, que acabó promoviéndolo a un cargo de mayor jerarquía en lugar de cumplir con su cometido. Como era previsible, el candidato al despido tampoco brilló en el nuevo cargo y luego de ver las consecuencias nefastas de su decisión, Elaine lo ascendió de nuevo con la esperanza de deshacerse del problema, lo que terminó desatando una ola de renuncias de los funcionarios más competentes.
Esta situación, que resulta risible en el contexto de la comedia televisiva, tiene consecuencias desastrosas para las empresas cuando en la vida real, se designa a personas que no cuentan con las competencias requeridas para ocupar posiciones de relevancia, pues se afectan los resultados, es devastadora para la cultura organizacional y causa desmotivación e incluso deserción de la fuerza de trabajo. Según el estudio Novations: Strategies for Career Management publicado por Gene Dalton y Paul Thompson, los individuos que cuentan con las habilidades necesarias para contribuir a través de otros tienen un desempeño promedio de 67 percentil, mientras que aquellos que, ocupando posiciones de liderazgo, carecen de tales habilidades apenas llegan al 21 percentil.
Si bien los resultados de esta indeseable circunstancia son funestos para las compañías, son aún más catastróficos cuando asoman en la administración pública. Funcionarios incapaces que son nombrados por razones políticas; advenedizos sin credenciales ni trayectoria que asumen responsabilidades esenciales del Estado en detrimento de los intereses de los asociados; personajes camaleónicos que se reciclan con asombrosa habilidad para acomodarse a los gobiernos de turno y seguir ordeñando al erario, o truhanes que llegan a ocupar cargos oficiales con el propósito de cebar sus peculios personales.
Son incontables los ejemplos del ascenso de ineptos en diversos momentos de la historia y en diferentes latitudes. Algunos anónimos, otros reconocidos, pero todos igualmente dañinos para las empresas, las sociedades y las naciones. Los lectores que hayan llegado hasta este punto encontrarán coincidencias y sacarán sus propias conclusiones.