Cuando los abogados estudiamos la estructura normativa a través de la pirámide invertida kelseniana, siempre consideramos en primer lugar la Constitución, luego las leyes en sus diferentes clasificaciones, los decretos, las ordenanzas departamentales, las normas del Gobernador, los acuerdos distritales y municipales y por último, las resoluciones de las juntas administradoras locales.
Sin embargo, cuando hablamos de los documentos pontificios, debemos realizar una clasificación que no todo el mundo comprende, pues las disposiciones de la Iglesia católica se clasifican en: Cartas Encíclicas (Puede haber Epístola Encíclica); Constitución Apostólica; Exhortación Apostólica; Cartas Apostólicas; Breves Apostólicos; Bulas y, los Motu Proprio.
El tercero de los documentos, la Exhortación Apostólica, suele escribirlas un pontífice tras haber consultado a los obispos en los sínodos, aunque no es necesario que sea así.
Una exhortación apostólica, usualmente establece claras directrices para que las personas de buena voluntad puedan con criterio afrontar las nuevas situaciones que plantea el mundo moderno.
Precisamente, con ocasión del Sínodo de los Jóvenes, el papa Francisco expidió una Exhortación Apostólica, ¡Cristo vive!, firmada el lunes 25 de marzo en la Santa Casa de Loreto y dirigida “a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios”.
En nueve capítulos, a su vez divididos en 299 párrafos, el Santo Padre explica que se dejó “inspirar por la riqueza de las reflexiones y diálogos del Sínodo” de los jóvenes, el cual tuvo lugar en octubre de 2018.
Para todas las personas, es útil el mensaje de esa disposición pontificia, en la cual se recuerda que “sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en títeres a merced de las tendencias del momento”, una frase muy útil en momentos de polarización como la que vive Colombia, haciendo énfasis en tres sensibilidades de quienes ayudan a las personas, en este caso a jóvenes, en su discernimiento: atención a la persona, discernir y escuchar.
Esa atención a la persona, es escuchar al otro que se nos da a sí mismo con sus propias palabras. El discernir, es captar el punto correcto en el que se discierne la gracia de la tentación y, el escuchar es recoger los impulsos que el otro experimenta, para saber dónde el otro realmente quiere ir.
El Papa ha querido dedicar otros capítulos a la vocación, la pastoral juvenil, las raíces de los jóvenes, la pastoral de la juventud, el gran anuncio, ser el ahora de Dios; Jesucristo siempre joven y, la Palabra de Dios sobre los jóvenes.
¿Qué se entiende por joven? En principio, según la Organización Mundial de la Salud, la Juventud termina a los 35 años de edad, mientras que de los 35 a los 60 años, se es adulto maduro o mayor. Así, Jesús, de quien se dice falleció (y resucitó) a los 33 años, era un joven, por eso, no podemos identificar a la Iglesia sólo con los mayores.
Incluso, el Antiguo Testamento, que nos suena a <>, menciona a muchos jóvenes: José, Gedeón, Samuel, el rey David, Salomón y Jeremías, la joven sierva hebrea de Naamán y la joven Rut. Para Jesús, la edad no establecía privilegios, y que alguien fuera más joven no significaba que valiera menos. En este contexto, Francisco afirma en la Exhortación: “No hay que arrepentirse de gastar la propia juventud en ser buenos, en abrir el corazón al Señor, en vivir de otra manera”.
Con los jóvenes se necesitan “proyectos que los fortalezcan, los acompañen y los proyecten hacia el encuentro con los demás, el servicio generoso y la misión”. Esos proyectos, los emprendimientos y las iniciativas, significan que los jóvenes no son el futuro del mundo: “son el presente, lo enriquecen con su aportación”, no obstante la existencia de “una pluralidad de mundos juveniles”.
Además de expresar que la vida es un don, la exhortación se centra en el tema del “entorno digital”, que ha creado “una nueva forma de comunicación” y que “puede facilitar la circulación de información independiente”, pero es también un territorio de “soledad, manipulación, explotación y violencia, hasta el caso extremo de la red oscura”.
No podemos desconocer que el Papa habla en la Exhortación de los abusos contra los niños e hizo suyo el compromiso del Sínodo de adoptar medidas rigurosas de prevención y expresó su gratitud “a quienes tienen el valor de denunciar el mal que han sufrido”, como ya lo hemos visto recientemente.
El Papa anuncia en el documento a todos los jóvenes tres grandes verdades. La primera: “Dios que es amor” y por tanto “Dios te ama, no lo dudes nunca”. La segunda verdad es que “Cristo te salva”. La tercera verdad es que “Él vive“. Con ellas, los jóvenes pueden construir la amistad social, buscando el bien común y evitando la enemistad, que en últimas es un foco de destrucción para la familia.
Francisco siente “ver que algunos proponen a los jóvenes construir un futuro sin raíces, como si el mundo empezara ahora”. Los anima a soñar, a descubrir con los ancianos la riqueza viva del pasado, en su memoria.
Al Papa le alegrará ver correr a los jóvenes más rápido que los que son lentos y temerosos, los llama a ser misioneros valientes, “pero también necesitan ser acompañados” por adultos, empezando por la familia y luego por la comunidad, e invitó a los jóvenes a no esperar vivir sin trabajo, dependiendo de la ayuda de los demás: “Esto no es bueno, porque el trabajo es una necesidad, es parte del sentido de la vida en esta tierra, del camino hacia la madurez, el desarrollo humano y la realización personal”.