Los misterios del 9 de abril
Para las elecciones para el período presidencial 1946-1950, los liberales se dividieron en dos candidaturas, la de Gabriel Turbay, quien bajo el lema “Revitalización Liberal” recibió 441.199 votos; y la de Jorge Eliécer Gaitán Ayala, el cual recibió 356.995 sufragios; los conservadores lanzaron para la candidatura de Unión Nacional, en una rápida campaña de dos meses, a Mariano Ospina Pérez como candidato, resultando ganador en las elecciones del 5 de mayo con 565.939 votos.
En relación con el resultado de las elecciones de 1946, señaló García Márquez en “Vivir para contarla”, que “El doctor Gabriel Turbay, más abrumado por su genio depresivo que por los votos adversos, se fue a Europa sin rumbo ni sentido, con el pretexto de una alta especialización en cardiología, y murió sólo y vencido por el asma de la derrota al cabo de año y medio entre las flores de papel y los gobelinos marchitos del hotel Place Athénée de París”.
A principios de 1948, luego de que la oposición reuniera más de 200.000 personas en una expresión de protesta sin precedentes hasta el momento: la <Marcha de las Antorchas y el Silencio>, organizada por facciones sobrevivientes del unirismo (Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria) del sábado 7 de febrero, cuando el liberalismo se retiró de los ministerios y de las gobernaciones, volvió al gobierno después del 9 de abril y hasta mayo de 1949, cuando nuevamente se rompió el esquema de unión nacional. La consigna de Gaitán “El hambre no es ni liberal ni conservadora”, unió a la base popular colombiana en torno a su figura.
En esa marcha, entre las banderas rojas del partido y las negras del duelo liberal, no hubo ni un solo grito, tan sólo los aplausos a Gaitán cuando pronunció la <<oración por la paz>>, “con una carga emocional sobrecogedora”, como la calificó García Márquez.
Por otro lado, el 30 de marzo de 1948 se instaló en Bogotá la IX Conferencia Panamericana, que tenía por fin declarar al comunismo, “bajo la presión de Estados Unidos, como una amenaza para el continente americano”, según Ricardo Arias Trujillo, proyectaba crear un sistema de unión entre los países del continente. Así, con la asistencia de delegados desde Canadá hasta Argentina, coincidieron diplomáticos y asistentes no oficiales: “desde Marshall y Rómulo Betancourt hasta Fidel Castro, Joaquín Balaguer y Luis Cardoza y Aragón”, como lo ha señalado William Ospina. En ella, para evitar que “los Andes” se convirtieran en lo que sería la “Sierra Maestra” de Suramérica, se aprobó el pacto anticomunista de América y se firmó en la casa de Eduardo Zuleta Ángel, la Carta de Bogotá, con la cual se sustituyó el nombre de Unión Panamericana por el de Organización de los Estados Americanos, OEA.
Entre tanto, la noche del 8 al 9 de abril de 1948, a eso de las 2:05 de la mañana, el juez Pérez Sotomayor profirió el fallo que absolvió al Teniente Cortés, por la muerte del periodista Eduardo Galarza. El abogado doctor Jorge Eliécer Gaitán, había invocado en defensa de su cliente “el honor militar”. Según Margarita Zuleta, el connotado penalista recibió una gran ovación; algunos de sus amigos lo invitaron al Cabaret Moroco, lugar de moda, a celebrar el triunfo, casi todos bebieron whisky, más no el doctor Gaitán, quien era abstemio.
A la una de la tarde, cuando salía del edificio Agustín Nieto, rumbo al Hotel Continental a almorzar, en compañía del abogado Plinio Mendoza Neira y estaba previsto compartir mesa con Jorge Padilla, Alejandro Vallejo y Pedro Eliseo Cruz, pero, al pasar frente al café “El Gato Negro”, fue asesinado de tres disparos el jefe liberal Jorge Eliécer Gaitán. Varias personas habían tenido premoniciones sobre su muerte, incluso, Cecilia de González, su secretaria, cuando éste salía de su oficina a medio día del fatídico 9, le dijo: “cuídese doctor Gaitán” y él le contestó: “Déjese de pendejadas”.
Se dice aún que el autor material del magnicidio fue Juan Roa Sierra (de quien Alfonso López Michelsen decía que era un pobre diablo desquiciado), pero hubo por lo menos dos atacantes; para Plinio Apuleyo Mendoza, el asesino fue un policía de apellido Potes; tal vez ese era el hombre del vestido gris, que García Márquez nunca pudo reconocer.
La investigación del crimen de Gaitán, hizo que se declarara turbado el orden público en toda la República y el 7 de julio de 1948 llegó a Colombia para hacer las investigaciones una misión contratada a Scotland Yard, a cargo de los detectives P. Beveridge, A. Tansil y N. Smith, quienes expresaron, entre muchas cosas, que “Coincidiendo con la llegada de los delegados a la IX Conferencia Internacional Americana vinieron a Bogotá tres jóvenes cubanos de conocidas tendencias antiamericanistas: Fidel Castro, Rafael del Pino y Enrique Ovares, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria Cubana, patrocinados por Juan Domingo Perón, “quien buscaba amargarle la vida a los gringos y vinieron a un supuesto Congreso Estudiantil, del que nunca se supo nada”, como me lo dijo Mariano Ospina Hernández en varias entrevistas.
Se cree incluso que hasta la CIA y el FBI tuvieron una participación importante en los sucesos de ese día. Sin embargo, la tercera versión la escuché el 23 de diciembre de 2016 de la voz autorizada de Miguel Santamaría Dávila, quien en alguna ocasión visitó en su exilio de Miami a Rafael del Pino, el cual aseguraba que él, Enrique Ovares y Fidel Castro, habían sido los tres autores materiales del crimen, disparando al tiempo revólveres calibre 38. Santamaría Dávila confrontó esas versiones siendo Embajador de Colombia en Rusia, cuando por un par de días develaron los archivos secretos de la KGB; su teoría es que Stalin quería atravesarse a que se impusiera en Colombia el Plan Marshall. El general Marshall no tenía duda alguna de que el bogotazo había sido una obra de Moscú.
Cabe la posibilidad de que Fidel Castro, quien venía de Venezuela hubiera viajado por tierra y hubiera entrado ilegalmente a Colombia, pues se dice que vinieron en uno de los cinco camiones que acompañaban al Presidente Rómulo Betancourt, quien fue agasajado en Tunja con un almuerzo por el gobernador de Boyacá, el conservador José María Villarreal y, el venezolano “contrariando todas las normas de protocolo y etiqueta, se levantó de la mesa del comedor varias veces y salió a la calle a vigilar los mencionados camiones”.
Hasta la fecha, no he encontrado en los libros de los historiadores colombianos, que se desmienta un libro del doctor Rafael Azula Barrera, publicado en 1956, en el cual narra los macabros planes del presidente venezolano Rómulo Betancourt, en relación con su viaje por tierra hasta Bogotá.
De estas diversas apreciaciones recogidas, así como del testimonio escrito por el propio Ospina Pérez en 1973 a través de la prensa escrita, quedan muchas preguntas e incógnitas, como las que sobre los misterios del día, como por ejemplo, que el diario comunista de Barquisimeto, Venezuela, titulado El Popular; el mismo 9 de abril, publicó un aviso, siete horas antes del asesinato de Gaitán, que decía así: “Adelanto a la edición de mañana 10 de El Popular: Asesinado Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá, Colombia. El hecho se produjo a la salida de la sesión plenaria de la Conferencia Panamericana.
Reacción violenta se registró a lo largo de Colombia. Rómulo Betancourt en las calles con los estudiantes de la Revolución Colombiana”. Incluso se cuenta que Rómulo Betancourt, a quien se le atribuye alguna culpa en la organización de la revuelta, dijo al ingresar al Hotel Granada: “Este pueblo de borrachos, por embriagarse, hizo fracasar la revolución”.
La muerte de Gaitán ya estaba maquinada, incluso en emisoras de Barranquilla, Barrancabermeja y Ubaté ya se había anunciado a las doce del día, una hora antes del atentado, el fallecimiento del político liberal.
Todo anunciaba la proximidad de la desgracia, una guerra imparable durante muchas décadas, de la cual ya estamos saliendo.