Analistas 09/10/2021

¿Más rápido que Amazon?

Hernán David Pérez
Asesor en transformación digital y productividad

La nueva economía ha traído cambios en el comportamiento de los consumidores. Uno de los más relevantes es el deseo por la inmediatez, la cual inició con la digitalización de libros, películas y música, permitiendo acceder en cuestión de segundos desde la comodidad del hogar a una infinita variedad de contenidos. Este deseo se expandió al mundo de los productos físicos y se aceleró por los cambios de hábitos de compra en la pandemia.

Hoy, ya existen opciones de entrega en rangos de 10 a 60 minutos para productos de supermercado, mientras que, para productos no alimenticios, ya es un estándar en el comercio encontrar opciones de entrega el mismo día o al día siguiente. Esta inmediatez en el servicio, además de ser una gran fuente de empleo en el sector de domicilios y logística, genera gratas experiencias para el consumidor. Sin embargo, implicará un costo para la sociedad si no se genera un marco de autorregulación.

En 2019, un estudio realizado por el Foro Económico Mundial para el promedio de 100 grandes ciudades a nivel mundial, proyectó para 2030 lo siguiente en un escenario “sin guía de acción”: el número de vehículos de reparto crecería en 36%, los tiempos de desplazamiento en la ciudad crecerían 21% y la emisión de CO2 aumentaría 32%. Con la aceleración del e-commerce durante la pandemia es muy probable que estas cifras se alcancen mucho antes. Ante la frecuente interpelación de que las entregas a domicilio reemplazan una a una las compras presenciales, el mismo estudio demuestra que solo 31% del tráfico generado por las entregas a domicilio se compensa con el menor flujo de visitantes presenciales.

Muchas empresas perciben que si no entregan “más rápido que Amazon” perderán participación de mercado. Sin embargo, hay un grupo creciente de clientes que está preocupado por el impacto social y ambiental de la inmediatez en la distribución.

Para avanzar en esta ruta se requieren cambios en los paradigmas del comercio y la industria, pero también la introducción de nuevas prácticas y tecnologías. El principal paradigma para cambiar consiste en reducir los incentivos económicos a las entregas instantáneas, así como en orientar las entregas gratuitas a pedidos con plazos de entrega que permitan consolidar entregas de varios clientes en un mismo despacho y optimizar por medio de ruteo inteligente la distribución en la ciudad.

A nivel tecnológico es clave la introducción de vehículos y motos eléctricas para reducir la emisión de GEI, pero también, explorar la introducción de prácticas que incentiven el desplazamiento del consumidor en lo que se denomina la “última yarda”, ese último tramo de la entrega, que es el más costoso en términos económicos y de sostenibilidad, facilitando la recogida de las compras en lugares de alto tráfico en la ruta natural de desplazamiento del consumidor por medio de casilleros inteligentes y/o tiendas para recojo de compras compartidas. También hay oportunidades para la “última yarda” en el uso de vehículos no tripulados aéreos (drones), tecnología que, aunque se encuentra madura, tiene múltiples retos de regulación y seguridad que van a limitar su aplicabilidad, siendo más cercano su uso en áreas abiertas por fuera de las ciudades.

El consumidor no requiere en todo momento de inmediatez en la entrega. Lo importante es diferenciar las necesidades de cada “momento de compra” y apoyarse en mejores prácticas y nuevas tecnologías para brindar a cada uno las experiencias correctas. Igual que deberíamos conocer la huella ambiental en la manufactura de un producto, es importante que el consumidor pueda comparar la huella ambiental que deja cada método de entrega. De esta manera, podrá tomar mayor conciencia de sus decisiones al momento de elegir entre la inmediatez o una entrega que minimice la huella ambiental.

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