Como siempre que llegan los comicios electorales, todos los partidos políticos que se presentan a la contienda, comienzan a cargar sus alforjas con promesas y promesas que van reorientando, dependiendo de las encuestas, a las que personalmente no doy ningún valor porque es sospechosamente curioso que suelan dar resultados favorables a los partidos políticos afines a los medios que las publican (¿financian?). Quizás se pueda pensar que dichas mediciones condicionan los resultados o puedan mover el voto de personas indecisas, pero lo dudo; ya estamos curados de tanto intento de manipulación.
Este año en España, para mayor intensidad en las declamaciones de nuestros líderes políticos y de “lo que prometo hacer si gano”, no sólo tendremos elecciones generales a fin del 2023, sino que en mayo tendremos un primer aperitivo con elecciones autonómicas (regionales), en una parte del territorio y municipales.
No sé si con tanto sectarismo, animadversión y choque partidista, no sólo entre la clase política que nos rodea, sino también entre los voceros mediáticos que de manera más o menos descarada se decantan por una u otra opción, tanta invasión propositiva de soluciones milagrosas va a ser soportable por la mayor parte de la ciudadanía que está bastante saturada de tanto ruido; ruido que resta más que suma y que en su ánimo de buscar notoriedad no le importa hasta inventarse la letra de la canción si con eso se logra audiencia y ridiculizar a otros contendientes políticos.
Es evidente que siempre hay muchas cosas que mejorar o, mejor dicho, que cambiar dependiendo de quien hable, pero el baile de soluciones que se presentan es tal y todas ellas suenan tan bien, dependiendo del oído al que se dirijan o que pretendan cautivar, que nos entran tentaciones de pensar que minusvaloramos a los líderes que nos dirigen. Afortunadamente y para no crear frustraciones y dolencias que puedan ser insuperables, el día a día nos saca de esa nebulosa cínica de positividad y nos demuestra que de todo eso que dicen, piensan y prometen…., poco o nada; del dicho al hecho hay mucho trecho (nada como el refranero popular para poner sobre la mesa verdades como puños); una cosa es lo que se dice y otra muy diferente lo que te obliga la realidad, sea del tipo que sea, a llevar a cabo.
A menudo pienso si los políticos son conscientes de la poca credibilidad que tienen entre la ciudadanía; eso sí, ganada a pulso y a diario. Es una mezcla entre mediocridad, mezquindad, egocentrismo, tacticismo y oportunismo que al menos en lo que a mí respecta, su continuada presencia en los medios en esta época de campaña se me hace empalagosa, repetitiva y aburrida. Si algo se puede salvar, son los debates entre candidatos, aunque el término debatir podría considerarse un eufemismo, puesto que lo que se produce con bastante habitualidad es que sean monólogos encadenados de unos y otros, hasta que el moderador les corta la palabra porque han consumido el tiempo que les corresponde o bien si hay que hacer una pausa para publicidad.
Pero hay algo más que hace que todavía esta mezcla de martilleo pilón y musiquita cansina, sea incluso más complicado de asimilar y es que, no contentos con tres semanas de campaña electoral “oficial”, que ya me parece tiempo más que suficiente para escuchar los mensajes monocordes, los candidatos y sus medios hablen de año electoral y por ende, las mencionadas campañas se prolongan meses y meses, para regocijo de periódicos, emisoras de radio y de televisión, que encuentran material suficiente para llenar y rellenar espacio, al margen de su utilidad y sin pensar en el interés de muchos de los que les leen o sintonizan.
Esto es lo que pasa antes de las elecciones. Sin embargo, no es de menor interés lo que suele pasar después de las mismas. En muchos casos, se pasa de ese énfasis desaforado en defender o denostar algo, a una súbita amnesia que hace que el mismo personaje, salvo que sea un avatar del susodicho y no nos hayamos dado cuenta, sea capaz de decir, defender e incluso justificar, lo contrario a lo que ha repetido machaconamente durante la campaña. Con un elemento adicional que sumar a su teatralidad y puesta en escena: no se le mueve un músculo ni se percibe sonrojo en su cara. Hay que reconocer que algo de mérito tienen.
Es cuando pienso que la política es el arte de la interpretación; es un montaje que usa cada vez más códigos del mundo del entretenimiento. No importa tanto lo que pienses en conciencia, sino lo que digas, cómo lo digas y para quién lo digas, con un fin que dudo mucho trascienda el mero tacticismo y cortoplacismo. El atrezzo se completa con una pléyade de fieles seguidores bien colocados ante el tiro de cámara que aparecerá posteriormente en los informativos.
Si en los negocios, en un mundo como el actual, con tanta incertidumbre y cambio, es necesario aprovechar todas las oportunidades que se vayan presentando en el día a día, en política, justificando la supuesta débil y selectiva memoria de los votantes, el medio plazo (no digo el largo), es algo que no se contempla.
El artículo empezó, como corresponde, por el título: Cánticos de Sirena y va a terminar con el título de una película legendaria que está a punto de cumplir 75 años desde su estreno y que aplica a las mil maravillas al día después: Lo que el viento se llevó.