Desde Colombia vemos con asombro como Chile literalmente arde tras las protestas iniciadas en días pasados por el aumento en los costos del pasaje de metro. El gobierno reversa su decisión y las protestas continúan y se agravan día a día, con lo cual queda en evidencia que el problema no es el precio del transporte público, ahí no estaba la causa real. Luego vemos al presidente Piñera perplejo, pidiendo perdón al pueblo chileno por no haber visto antes, él y los gobiernos anteriores, es decir él como actual gobernante, y él en su mandato anterior y los otros gobiernos, la acumulación de molestar popular.
Se pueden leer miles de análisis sobre lo que sucede en ese país, y todos coinciden en que el germen de las protestas es la desigualdad. Se critica la concentración de la riqueza en muy pocos, un sistema de pensiones privado que definen como fracasado, un ingreso per cápita deficitario, un sistema de salud insuficiente, costo de vida elevado y unos partidos políticos que no representan a los ciudadanos.
Esta descripción, es la misma que podría hacerse de otros países latinoamericanos, entre otros, Colombia. En Colombia, la “democracia más estable de América”, tenemos, al menos nominalmente, condiciones similares a las que los chilenos parecen no estar dispuestos a soportar más, pero allá el movimiento de protesta ha sido mucho más fuerte y violento- así mismo la represión- sin embargo aquí, si bien la protesta estudiantil se ha vuelto más frecuente y ha subido bastante el tono y la frecuencia, no parece estar cerca una revuelta popular de estas dimensiones.
En Chile las protestas las empezaron también los estudiantes, directos afectados por el motivo original, el aumento de los costos del transporte. Aquí, los estudiantes, protestaron violenta y desproporcionadamente primero, por la corrupción en la Universidad Distrital, luego, por el presupuesto para la educación, por los excesos del Esmad, y ¿ahora? ¿qué protesta vendrá?
Hay quienes se dedican a protestar, y lo hacen sin importar la causa, o más bien, uniéndose a cualquier causa. Basta oír a algunos líderes estudiantiles con un deshilvanado y confuso discurso en el que, si bien se escuchan algunas demandas legítimas, también se echa de menos algo de apego a la realidad, de conciencia colectiva, de búsqueda de soluciones reales. Me temo que en Colombia hay exceso de protesta y falta de ideas. Si los que protestan hacen una marcha contra los que reprimen las protestas, significa que en el fondo, la protesta no se entiende como un mecanismo serio y legítimo de cambio social, sino como una espuma pasajera. Cada vez que hay una protesta, aparecen nuestros “líderes” políticos a ganar pantalla, en una escena que parece una caricatura.
No es este un llamado a la protesta. Es un llamado a generar ideas. Estamos hartos de papas bomba y transeúntes heridos. Colombia sí necesita un cambio, porque sin duda aquí también hay grandes índices de desigualdad, pero eso no se logra saliendo a la calle una vez al mes y paralizando las ciudades por unas horas. El cambio se consigue estudiando los problemas, comparando realidades, asumiendo un rol responsable frente a la realidad. Los estudiantes, cuya ocupación es esa, estudiar, son los primeros que pueden plantear alternativas, proponer cambios, pero parece que el movimiento estudiantil en Colombia no existe, o que se agotó con la séptima papeleta.