Las crisis que traen elementos externos fuera de nuestro control son imposibles de evitar, sin embargo, podemos aprender de ellas y evolucionar para salir fortalecidos. Es así como el choque tan significativo que trajo la pandemia puede ser una oportunidad de hacer los ajustes necesarios para mejorar el crecimiento, desarrollo y distribución del ingreso en Colombia en el largo plazo.
El impacto inicial que generó tener que “apagar” buena parte de la economía fue catastrófico y produjo la recesión más profunda de Colombia en 100 años, haciendo caer la economía 6,8 % el año pasado, pero también demostró la resiliencia de los agentes, evidenciando que una vez se encienden de nuevo los canales de distribución, la resiliencia y el emprendimiento de los agentes en Colombia producen excelentes resultados, situación que fue demostrada por el excelente crecimiento del primer trimestre cuando en términos trimestrales la economía creció 2,9%.
El primer trimestre también evidenció que la economía colombiana es capaz de ajustarse rápidamente a los cambios. Así, sectores relacionados con la virtualidad y logística aportaron significativamente, además, aquellos sectores o subsectores que han sido capaces de adaptarse a la nueva normalidad también se han venido recuperando mucho más rápido, por ejemplo: restaurantes y hoteles.
Ahora, muchos de nosotros sabemos qué es un glamping y hasta queremos ir a uno porque es un espacio en donde se aprovecha la naturaleza, manteniendo el distanciamiento. También hemos aprendido a reconocer restaurantes que se han ajustado y en sus servicios de domicilio son capaces de ofrecer no solo comida sino una experiencia. Podemos seguir ejemplificando la adaptación de agentes y su creatividad; lo cierto es que demostraron que se puede evolucionar.
El otro aprendizaje que queda es la importancia de todos los ámbitos de la política pública. Tratar de mejorar las condiciones de la población vulnerable y trabajar porque la distribución del ingreso sea más equitativa, fortaleciendo el tejido empresarial colombiano, situación que no solo trae mayor crecimiento sino mejores relaciones sociales que redundan en sostenibilidad.
En este aspecto todos los agentes debemos aportar, por ejemplo: los gobiernos siguientes deben diseñar y ejecutar reformas estructurales que garanticen el desarrollo empresarial mientras se resuelven problemas tan graves como una pobreza de cerca de la mitad de la población y un desempleo de más de 14 %. La formalización es crucial para lograr estos objetivos y, por supuesto, el sistema financiero es uno de los principales actores.
La educación financiera y la facilitación del acceso a los servicios financieros son el futuro. El sistema financiero también se ha venido acomodando a la nueva normalidad aumentando las transacciones digitales y facilitando la llegada de servicios financieros de manera virtual a población rural. La tarea debe continuar y ser complementada con una educación financiera que sea capaz de mostrar las bondades de ser parte del sistema en términos de ahorro, y de consecución de bienes y servicios.
Finalmente, la formalización traerá una mejora en impuestos y en la posibilidad que los empleados puedan acceder a servicios eficientes de salud, recreación y ahorren para pensión. En resumen, la pandemia nos permitió aprender y nos dejó múltiples retos para garantizar un desarrollo sostenible. El país avanza y se recupera, y con nuestro aporte lo hará aún más.