La idea de controlar el precio de los insumos agrícolas es una vieja y terrible idea. ¡Ven! Te explico el por qué.
Lo primero que ocurre al fijar un precio es la aparición inmediata de la escasez, pues la demanda supera rápidamente a la oferta, toda vez que el precio sea menor al de mercado; aunque este efecto no es el más importante, pues bastaría con eliminar el control de precios para que la demanda se estabilice con la oferta y la escasez desaparezca. El efecto que verdaderamente importa es la influencia negativa que tiene el control de precios sobre el espíritu empresarial.
Cuando el político decreta un precio fijo menor al precio de mercado, surgen de inmediato más personas que quieren comprar y menos que están dispuestas a vender. El control de precios hace la tarea de eliminar los incentivos a producir más de esa mercancía, aniquilando el espíritu empresarial. El resultado es que los empresarios se van del sector intervenido a uno que no lo esté, generando el efecto más grave y poco analizado por los políticos, esto es, la escasez estructural. Es decir, cuando se aniquila el espíritu empresarial, ni siquiera la eliminación del control de precios lograría el incremento inmediato de la oferta, sino que esto tomará mucho más tiempo.
Que quede claro ¡Siempre que se fija un precio (sea máximo o mínimo) se aniquila el espíritu empresarial y aparece la escasez!
El resultado siguiente a la destrucción de los incentivos naturales del mercado, es decir, los beneficios, es el surgimiento de mercados paralelos, mercados negros que operan al margen de la regulación de precios, cobrando precios superiores a los precios decretados y muy por encima de lo que sería el precio de mercado sin intervenir.
Pero no son la única consecuencia de dicha idea, pues como solo se controla un precio, las demás mercancías que dependen de este bien sufrirán alteraciones estructurales severas, por ejemplo. Supongamos el control de precio a los fertilizantes, inicialmente se genera una escasez de fertilizantes como hemos dicho, esto generará dificultades para cultivar papa, aguacate, arroz y cuanta cosa necesite fertilizante.
Como se reduce la producción de papa, aguacate y arroz, los precios de estos bienes que no están regulados empezarán a ajustarse al alza, es decir, que la regulación de un precio genera múltiples efectos en los precios de toda la cadena de producción donde este bien esté involucrado. Y si luego se quiere controlar el precio de la papa y el aguacate se genera un circulo vicioso que agrava el problema tal como le pasó en Argentina, Francia o Venezuela, cuyos controles de precios generaron contracciones severas y alteraciones en las estructuras productivas. Francia logró evitar el daño al espíritu empresarial eliminando el control de precios a tiempo, pero Argentina y Venezuela no contaron con la misma suerte.
Mejor dicho, el control de precios es una ayuda que mata; mata los incentivos empresariales, el espíritu empresarial, condena a los consumidores a la escasez y los obliga a consumir en mercados negros, pagando precios mucho más altos a los que pagarían sin la terrorífica regulación de precios. En fin, dificultando la mejora del bienestar. Tal parece que nuestros políticos solo copian los malos ejemplos económicos.