La incertidumbre que generan las próximas elecciones, sobre todo las presidenciales, perturban el sentir de una gran mayoría de colombianos, con un cierto mal vivir causado por la frustración, el desasosiego y hasta el miedo de lo que podría pasar con la eventual elección del candidato que representa el neocomunismo violento, populista y mentiroso.
El malestar se aflora, no solo con ver su soberbia postura personal, sino al oír su discurso tegua y mal intencionado, lleno de veneno, insensatez y demagogia.
Es increíble que las calaveradas y la desfachatez en su oratoria, atraigan adeptos y afecten, por ejemplo, el buen momento de recuperación de la económica colombiana en tiempos de pandemia.
En los primeros nueve meses de este año, el PIB ha subido 10,3% las exportaciones un 24% y las importaciones un 40%. El 88% de los empleos perdidos se han recuperado, las utilidades de la empresa colombiana de petróleos, prácticamente se han duplicado, lo que tranquiliza las finanzas públicas y soporta nuevos proyectos de inversión y desarrollo.
Los fundamentales económicos son tan positivos hoy, que no es fácil explicar, salvo por el temor de un lejano cambio de gobierno hacia la izquierda rancia, el por qué seguimos con sesgos devaluacionistas y estancados en los mercados accionarios y de renta fija.
El mundo nos ve diferente y tiene la historia trágica del comunismo en sus mentes, por eso pareciera que el aumento en las primas de riesgo país, estarían reflejando desde ya la desconfianza por el próximo proceso electoral y el riesgo de elección de un candidato como Gustavo Petro, modelo del chavismo que, para comodidad de Nicolás Maduro y los Castro de Cuba, sería ideal.
Una prueba fehaciente de este proceso es el fiasco en la evaluación por resultados de gestión y gobernabilidad de los mandatarios regionales de las principales ciudades colombianas: Bogotá, Medellín y Cali. Estos alcaldes, afines con ese populismo mentiroso e irresponsable, se han convertido, por su incompetencia y falta de liderazgo, en un estorbo para el desarrollo y la cohesión social.
Los alcaldes de estas ciudades han caído en manos de grupos oscuros de relegados y pusilánimes, solo para estos grupos están gobernando con fatales consecuencias para la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Específicamente, el modelo político de los llamados progresistas es el caldo de cultivo para postular líderes sin talento, personajes que suben, como voladores de pólvora, haciendo un estruendo temerario, después explotan con luces y parafernalia, para luego caer estrepitosamente en un silencio sepulcral, llevándose a su paso lo construido con esfuerzo.
Ser líder con talento no es fácil. Han sido contados los gobernantes de nuestra historia republicana que han dejado huella de valentía, honradez y lealtad. Gobernantes que sin traiciones y con empatía suman y no dividen, cumplidores del deber ante la Nación y respetuosos de la regla democrática, sin vulgares saltos y trampas a las decisiones del pueblo.
La valentía democrática, sin temor a la toma de decisiones en beneficio del bien común, así como el responder por desaciertos y trabajar con transparencia, son características fundamentales del liderazgo y la filosofía política que con esfuerzo debemos elegir en las próximas elecciones. Las sociedades modernas no son islas sino puentes, vínculos y amarres que buscan el fortalecimiento de las libertades y el bien común, soportado en el respeto a la dignidad humana y a la propiedad privada.