La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (Urss) creada en 1922, tras una sangrienta guerra civil y donde se llevaron a efecto incontables atrocidades, revoluciones, masacres, y ejecuciones en nombre del comunismo y el socialismo, se convirtió en el quiste que afiebró al mundo y contaminó América Latina con virulentos personajes que hasta hoy, en nombre de esas ideologías, gobiernan en países como Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, todos venidos a menos por justificar la ignominia.
La Urss tuvo la misma oportunidad que tuvieron los aliados, como países victoriosos de la II Guerra Mundial, tras la adjudicación de parte del territorio Alemán, el bloque del Este, para recuperar e impulsar una economía y una sociedad de pos guerra, pero la disparidad de los valores y la necedad por imponer sus ideas comunistas, sobre el capitalismo que desarrollaba al mundo, sumieron en el hambre y la desesperanza a millones de alemanes, quienes después de la construcción del muro en Berlín y durante 28 años vivieron el antagonismo entre una sociedad reprimida de izquierda y otra prospera y futurista de derecha. Sin lugar a dudas, esa violación de las libertades individuales y la sumisión a los regímenes totalitaristas, ha sido una de las vergüenzas del comunismo a lo largo de la historia.
Esta ideología utilizó la violenta narración hasta los años previos a su desintegración en 1991, pero sus grupos y discípulos, en expansión por el mundo, hoy defienden con argumentos populistas y totalitaristas la misma ignomia, recortando libertades, sometiendo voluntades y robando el presente y futuro de las nuevas generaciones. Sólo basta ver lo que ocurre en la Nicaragua de los Ortega, denunciado por el propio embajador de ese país ante la OEA.
La represión es la constante de este régimen populista, ahora llamado progresista. Un instrumento de disputa, revanchismo social e implementación del odio, hasta llegar a pasar por encima del derecho a las creencias y religión, tal como un grupo de bandidos violentó la catedral primara de Bogotá en plena celebración religiosa.
Para estos progresistas convierten la política en instrumento de violencia, persecución de los que opinan diferente, destrucción de la economía, lucha de clases, terror y hambre.
En Colombia y América Latina ya estamos familiarizados con personajes que han implementado este modelo de gobierno, también conocemos los terribles resultados. Los de la “Colombia humana” pregonan una lírica emotiva estéril, sonora, culebrera y mal intencionada que por desgracia va calando en una sociedad polarizada, emotiva y menos informada.
La oratoria de sus discursos promete que el Estado se convierta en el padre que todo lo provee, en la existencia de una fórmula para garantizar la distribución equitativa de la riqueza, en una sociedad sin clases sociales por medio de la eliminación de la propiedad privada… ideas disfuncionales ya probadas con resultados desastrosos.
Más tarde que temprano, haber intentado por todos los medios, invertir los valores y hacer parte de la fórmula del anarquismo, manipulando las conciencias de los más vulnerables, les pasará cuenta a esos políticos que hoy vemos victoriosos; no juzgaremos de la misma manera a quienes propagan mentiras y falsedades que a quienes se las creen.
Así como en 1989 el telón de acero se derrumbó, y el vasto poderío de Moscú comenzó a desmoronarse, así se extinguirán las bandas de políticos que hoy dividen, angustian y mantienen en zozobra a Colombia.
Es deber de Patria utilizar el poderío de las prontas elecciones democráticas, para evitar los riesgos de la degradación social con el recalentado de los viejos totalitarismos de muerte.