Sin lugar a dudas, la revocatoria del alcalde de Medellín, se promueve en un afortunado momento para la democracia representativa regional y nacional.
El Alcalde, un personaje egocéntrico, sibilino, soberbio, ha sobrepuesto su carácter vanidoso por encima de la búsqueda del bien común y la armonía; incapaz de construir coaliciones y lograr consensos, acabó con el margen de gobernabilidad que exige una pujante y emprendedora ciudad como Medellín.
La solicitud de revocatoria, presentada ante el Consejo Nacional Electoral, ha sido el mecanismo constitucional utilizado y promovido por ciudadanos del común, comprometidos, tenaces y hasta arriesgados, para evitar la profundización del daño que ocasiona el mantener funcionarios indignos en cargos públicos.
Los comité creados para este fin han podido desenmascar los engaños y artificios que están afectando la tranquilidad, el buen vivir y la convivencia entre los ciudadanos de Medellín. La manipulación de la información; el irrespeto por la dignidad adquirida de los empresarios e instituciones públicas y privadas; el ataque a la cultura regional y el odio manifiesto a los que no piensan como él, se han convertido en las frecuentes e invalidas intervenciones del Alcalde.
La iniciativa de revocatoria es un proceso que se ha llevado con valor ciudadano. Muy mal quedan las artimañas legales para obstaculizar o deslegitimar esta petición.
Es importante también, aprovechar este coyuntural momento, para hacer públicamente exigible, una evolución mental, emocional, psíquica y de comportamiento en los candidatos de elección popular; conocer su infancia y adolescencia, tiempos en los que los verdaderos líderes fijan referentes y tendencias. Sin tapujos, descartar alcaldes, gobernadores, senadores y representantes que ocultan sus trastornos de personalidad y resentimientos sociales. Por ejemplo: el ego, la arrogancia y la soberbia deben ser castigados por los electores.
Para florecimiento de nuestra confianza, esta revocatoria avanza en buen momento; eleva el optimismo en la búsqueda de candidatos que nos ahorren más polarización, odios irreconciliables y miedo por el futuro. Paso seguido, obligará a valorar el voto de los creen que su valor es económico, singular y cortoplacista, y dará un “tatequieto” a esos candidatos corruptos, promotores odio y mezquindad.
Revocar al Alcalde Quintero es una manera de compensar a las víctimas por decisiones incorrectas de la miope y amañada mayoría que lo eligió. Este sería el punto de inflexión para lograr, en similares procesos de revocatoria, el resurgimiento de las perturbadas y venidas a menos, alcaldías de Bogotá y Cali.
Los mandatarios de estas ciudades son afines y hacen parte de la retrograda izquierda radical que quiere aspirar el poder con el candidato Gustavo Petro y su cabeza de lista al Congreso, el manipulador de fotos en redes sociales, Gustavo Bolívar.
Rechazar como sociedad lo que no nos merecemos, señalar públicamente a los macabros personajes que deambulan libre e impunemente a pesar de sus malignos intereses, es el resurgimiento de una nueva y revitalizada sociedad.