OpenAI: Opex, Capex y el arte de la deuda ajena
Hay una audaz arquitectura financiera en el corazón de la revolución de la inteligencia artificial, una que parece diseñada por un veterano de Wall Street. No es casualidad. En junio de 2024, OpenAI contrató a su primera CFO, Sarah Friar, exdirectora de Goldman Sachs y la estratega financiera que llevó a Square a bolsa. Su llegada parece haber consolidado una estrategia tan brillante como arriesgada: construir un imperio de IA sin poseer un solo ladrillo, financiándolo todo con el arte de la deuda ajena.
El modelo redefine la dicotomía entre gastos operativos (Opex) y de capital (Capex). Mientras OpenAI se mantiene “asset-light”, sus socios estratégicos se hunden en un apalancamiento masivo. Los estados financieros oficiales pintan un cuadro alarmante. Según su reporte del tercer trimestre de 2025, CoreWeave, un proveedor clave, opera con un patrimonio neto negativo de $413 millones, una situación que técnicamente denota insolvencia. Su deuda se disparó un 431% en un año y su ratio de cobertura de intereses es un insostenible 0.17x, lo que significa que sus ganancias operativas no cubren ni una quinta parte de sus gastos financieros.
Esta estrategia financiera es posible gracias a la explotación de una posición de mercado casi monopólica. OpenAI no es solo un jugador más; es el tablero de juego. Esta hegemonía, combinada con un liderazgo tecnológico indiscutible y una marca que se ha vuelto sinónimo de IA generativa, le otorga un poder de negociación sin precedentes. La propuesta a sus socios es implícita pero clara: si quieren acceso al ecosistema de IA más grande del mundo, deben asumir el riesgo del capital.
El contraste con el resto de la industria es abismal. Mientras gigantes como Google y Microsoft mantienen conservadores ratios de deuda sobre patrimonio del 11% y 33% respectivamente, un análisis de JP Morgan sitúa el de Oracle, otro socio clave de OpenAI, en un asombroso 500%. Oracle ha acumulado una deuda de $104 mil millones, 39 veces la de Google, para financiar una expansión en la nube que depende casi por completo del éxito de OpenAI. La estrategia, sin duda, lleva el sello de Friar. Su experiencia en Goldman Sachs le enseñó a estructurar deuda compleja y a distribuir el riesgo. Su tiempo como CFO en Square le mostró cómo escalar un negocio de hipercrecimiento sin inmovilizar capital. El resultado es una obra maestra de la arquitectura financiera: OpenAI ha externalizado el 100% del riesgo de capital a sus proveedores, manteniendo sus propios libros prácticamente limpios de deuda mientras asegura compromisos de infraestructura por $1.4 billones, según reportes de Fortune.
Un ejecutivo de OpenAI lo resumió con una franqueza brutal: “¿Cómo OpenAI aprovecha el balance de otras personas?”. La respuesta está en la arquitectura financiera de su CFO. La pregunta crítica, sin embargo, no es si la estrategia es brillante, que lo es. La verdadera pregunta que revelan los balances es si sus socios, con ratios de apalancamiento que desafían la gravedad, podrán sobrevivir el tiempo suficiente para que la genialidad de OpenAI se traduzca en beneficios tangibles. O si, por el contrario, estamos asistiendo a la construcción del castillo de naipes más sofisticado de la historia tecnológica, diseñado por una de las mentes más agudas de las finanzas.