Analistas 30/10/2021

Aunque la mona se vista de seda

Javier Villamizar
Managing Director

Esta semana, en lo que Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook describió como el “próximo capítulo” para la empresa”, se anunció el cambio de nombre de esta, así como una serie de nuevos videos conceptuales destacando su visión de lo que sería el metaverso en un futuro.

Como parte de esta nueva estrategia, de manera audaz Facebook se renombra como Meta y promete que la plataforma social será aún más inmersiva, describiéndola como un espacio virtual donde el usuario no solo interactúa con la experiencia, sino que “está en la experiencia”.

Este anuncio de transformación se presenta unas semanas después de que Frances Haugen, de 37 años, ex-empleada de la compañía, filtró datos internos que aparentemente muestran que el gigante tecnológico antepone las ganancias al bienestar de las personas y de una manera sistemática promueve la división. Según el testimonio de Haugen ante el Congreso de los Estados Unidos, los directivos de Facebook han sido conscientes durante años sobre los potenciales efectos dañinos del uso de la plataforma en los adolescentes jóvenes y de la forma en que se promocionan contenidos de odio dentro de la misma. Facebook, según la informante, ha demostrado en múltiples ocasiones la falta de escrúpulos en su obsesión por implementar técnicas que a todo costo logren incrementar el tiempo que sus usuarios pasan en sus plataformas.

Al igual que pasa con TikTok, Instagram y Twitter, detrás de fotografías y videos publicados por individuos, influenciadores y grandes anunciantes, existen, una interfaz de usuario, un sistema de gestión de contenidos y complejos algoritmos de recomendación que utilizan inteligencia artificial lograr un único fin: que los usuarios permanezcamos conectados, compartiendo información. En muchos casos, estos datos son facilitados de manera consciente en nuestras interacciones con la plataforma mientras que en otras situaciones provienen de los sensores que tienen nuestros computadores y teléfonos móviles, así como del análisis de las famosas “cookies”, y de la información que se comparte en otras redes conectadas con Facebook.

Desde 2018, cuando medios de Gran Bretaña y el diario The New York Times reportaron que la firma de análisis de datos Cambridge Analytica, intentó influir en el voto de los estadounidenses usando información obtenida a través de millones de perfiles de Facebook, quedó claro que la plataforma ha mostrado un nivel de irresponsabilidad en la gestión de sus principios éticos, en todos los sentidos imaginables. No queda duda, que esta voracidad en la captura de información personal que a diario alimenta un negocio de publicidad que anualmente genera miles de millones de dólares en ingresos por publicidad, se empezará a extender a un entorno como el “metaverso”.

El cambio de nombre, imagen y el anuncio de un enfoque hacia las experiencias virtuales con un portafolio de servicios y experiencias disruptivas, de alguna manera pretende pasar la página y hacernos olvidar que Facebook ha sido acusado de falsificar la información que ofrece a sus anunciantes manipulando, entre otras cosas, las cifras de visualizaciones de los videos, la eficacia de su publicidad, así como de ignorar conscientemente los posibles efectos negativos generados en sus usuarios y de engañar de manera abierta a reguladores en Europa y Estados Unidos, a los medios, a los analistas e incluso a su propia junta de supervisión.

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