Mentalidad “Hacker”: un paradigma diferente de educación
Nuestro modelo de educación actual está en su mayoría centrado en la cultura del sentarse y escuchar, la cual es a su vez reforzada por los medios y los productos de consumo; incentivando un tipo de comportamiento que reduce a las personas a un rol pasivo, de esponja, sin ningún incentivo para la innovación. Por otro lado, los llamados “hackers” son el mejor ejemplo de una cultura centrada en el hacer y crear, creen que desarmando las cosas, viendo cómo funcionan y usando ese conocimiento para desarrollar cosas nuevas y más interesantes, es que el ser humano puede aprender lecciones fundamentales sobre cómo es el mundo que lo rodea.
Como lo discutí en una columna anterior, “hackear” no es sinónimo de violar la seguridad de un sistema informático, es una manera de asimilar la tecnología, explorando sus límites y haciendo que las cosas funcionen con un propósito y un significado, en muchos casos usando pensamiento lateral y métodos no ortodoxos pero dentro de un contexto de legalidad.
El crecimiento del movimiento “hacker” ha dado lugar a una cultura subyacente y a la ética “hacker”, que proponen la curiosidad como el motor detrás de la producción del conocimiento, exponiendo la necesidad de reconocer que las personas sean autónomas y libres en la exploración de sus intereses, compartiendo con sus pares no sólo la información sino también las herramientas.
Un “hacker” es, simplemente el que no se conforma, el que se divierte con el ingenio y siempre intenta ir un poco más allá, que no puede ver una puerta cerrada sin sentir el deseo de abrirla y que siempre está dispuesto a esforzarse para entender cómo funciona el mundo que tiene a su alrededor. Puede haber “hackers” en cualquier actividad, no solo en la informática, también hay por ejemplo “hackers” del cuerpo humano, que utilizan técnicas creativas para mejorar el desempeño en actividades físicas o intelectuales.
La historia de la ciencia está llena de ejemplos de “hackers” que en su momento fueron catalogados de científicos locos precisamente por su forma de abordar un problema desviándose de los estándares, como el caso del Doctor Ignaz Philipp Semmelweis quién tuvo la descabellada idea de pensar que algunas enfermedades eran transmitidas a pacientes sanos por la falta de higiene del personal médico y se atrevió a sugerir que los médicos deberían lavarse las manos antes de una intervención quirúrgica, lo cual chocó con las creencias de la sociedad médica de la época.
Si esta cultura “hacker” es un mecanismo de fomento a la innovación y queda claro que sus valores son nobles, creativos e igualitarios y poco o nada tienen que ver con la “villanización” que los medios han hecho de ella, tendría sentido pensar el introducirla al sistema educativo transformando la cultura del “sentarse y escuchar” a una cultura del “hacer”.
A diferencia del modelo educativo basado en libros de texto y lecciones aprendidas de memoria, un profesor “hacker” debería tratar de devolverle la dignidad a los estudiantes, darles la certeza de que no sólo es posible cambiar el mundo, sino que las herramientas están ahí afuera y no se necesita mucho para comenzar.
El paradigma educativo del “hacker” propone que el conocimiento no se construye antes o después del proceso de hacer algo, sino que se construye mientras lo hacemos, generando un tipo de satisfacción muy particular en el alumno: la sensación de tener un impacto directo sobre el mundo.
Posiblemente lo mas revolucionario que traería la cultura “hacker” en la escuela, es la idea que el copiar no es malo. En la ética del “hacker”, un principio fundamental es la necesidad de compartir y reutilizar el conocimiento y las herramientas, de manera que otros puedan trabajar en el mejoramiento de las mismas evitando tener que recorrer el mismo camino que otros ya sufrieron.
Todos los días escuchamos invitaciones a cambiar el mundo que no proponen ninguna idea de cómo hacerlo, en cambio, la introducción de una cultura “hacker” en la escuela llama a una acción inmediata: para cambiar el mundo hay que hacer cosas en contra de lo establecido y hay que hacerlas ahora.