En marzo de 2023, el término “estanflación” se convirtió en un eco recurrente en los medios, reflejando una de las realidades más desafiantes para la política económica: la confluencia de alta inflación con un crecimiento escaso. Sin embargo, en los últimos meses la economía ha mostrado signos de mejora. Con un crecimiento de 3,7% en el último mes, Colombia ha evitado la recesión, a pesar de los retos persistentes.
La inflación, que alcanzó a estar en una cifra de dos dígitos, se estima que apunte a 3,7% para el próximo año. Este cambio es alentador, pero es crucial no perder de vista que la recuperación del sector financiero ha sido más lenta y sigue siendo motivo de preocupación.
En términos de tamaño, es de resaltar que la cartera real ha decrecido, lo que sugiere una profundización financiera en retroceso, con niveles actuales que se asemejan a los de hace una década. Esta situación es alarmante, ya que la economía colombiana necesita una profundización financiera más robusta, idealmente, según algunos expertos, de 60% a 63%.
Además, la calidad de la cartera presenta desafíos: el aumento en la cartera vencida ha generado inquietud, aunque parece estabilizarse en 5,0%. Sin embargo, este porcentaje sigue siendo elevado en comparación con los niveles históricos de la industria. La rentabilidad, por su parte, es atípicamente baja, con un ROE que apenas alcanza 7,6%, inferior al de otros sectores como la agricultura, la industria y la construcción.
Un aspecto que no podemos pasar por alto es el inquietante número de entidades financieras en pérdidas. Hoy tenemos el 40% de los bancos reportando resultados negativos. Sin embargo, el panorama no es del todo desolador y, desde luego, hay motivos para ser optimistas: se prevé que el 2025 será un año de recuperación.
Para garantizar este futuro, es fundamental que se aborden ciertos puntos clave. Primero, la implementación efectiva de la reglamentación de Open Data es esencial para el tamaño del sector y, consecuentemente, la profundización financiera. En este contexto, es vital que se aproveche la experiencia colombiana en Finanzas Abiertas, asegurando que las responsabilidades de los actores del sistema estén claramente definidas. Además, se debe prever el crecimiento de los niveles de fraude en este sistema, como lo han mostrado experiencias internacionales, además de considerar la necesidad de crear un registro para los terceros receptores de datos.
La cultura de pago también merece atención. Las iniciativas que buscan eliminar información negativa del historial crediticio pueden tener efectos contraproducentes, dificultando el acceso al crédito al impedir contar con la información sobre el comportamiento crediticio de las personas. Por ello, es crucial fomentar un entorno donde el historial crediticio sea visto como una herramienta de altísimo valor para el mayor acceso al crédito. Es importante advertir que, aunque algunas iniciativas destinadas a aliviar cargas económicas de los consumidores son loables, deben equilibrarse con la libertad de elección.
En resumen, aunque 2024 ha sido un año complejo, el camino hacia la recuperación está trazado. Con un enfoque estratégico en la regulación, la cultura de pago, el análisis de ciertas iniciativas legislativas, y el impulso del Pacto por el crédito, 2025 puede ser el año en que Colombia no solo recupere el terreno perdido, sino que se posicione para un crecimiento sostenido. Estamos construyendo las bases de la reactivación.