La dinámica y crecimiento del ahorro nacional es sin duda uno los principales habilitadores de crecimiento económico, permite financiar la inversión y con ello promover el desarrollo de las actividades productivas.
Sin embargo, en Colombia la baja propensión al ahorro ha sido, desde hace varias décadas, un lastre para el desarrollo económico. En efecto, mientras durante los últimos 10 años la tasa de ahorro de los países de la Ocde promedió 24,0%, en Colombia tan solo bordeó 17,0%. Solo en 2022, la cifra para la Ocde alcanzó de 24,7%, nueve puntos porcentuales por encima de nuestro registro (15,6%). No es sorpresa, entonces, que el crecimiento en Colombia continúe estando altamente concentrado en el consumo y no en la inversión.
Además de representar la fuente de recursos para la financiación de inversiones, la importancia del ahorro, en el caso de los hogares, radica en que resulta ser un termómetro del buen manejo de las finanzas personales. No obstante, ahí las cifras tampoco parecen alentadoras: en 2022 el ahorro de los hogares tan sólo representó 2,2% del PIB, la cifra más baja desde 1994.
Estos datos resultan aún más retadores si tenemos en cuenta que, de acuerdo con la Encuesta de Demanda de Inclusión Financiera realizada por Banca de las Oportunidades en 2022, 58% de los adultos colombianos ni ahorran, ni invierten. Es decir, casi que 6 de cada 10 adultos en Colombia son lo que hemos denominado “ninis” financieros.
La falta de cultura de ahorro no solo caracteriza una economía con problemas de crecimiento en el largo plazo, sino que revela además una población con poco bienestar financiero, un término que hace referencia no solo a la inclusión financiera, sino también a la educación financiera, que entrega las capacidades para tomar decisiones informadas sobre gastos, endeudamiento, inversión y ahorro. En otras palabras, el bienestar financiero no es otra cosa que ese feliz matrimonio entre la inclusión y la educación financiera.
Un “nini” financiero, entonces, no cuenta con las herramientas suficientes para alcanzar sus sueños, pues percibe sus aspiraciones como inalcanzables al no encontrar vías para hacer realidad sus proyectos en ausencia de “certeza” y planificación de sus finanzas presentes y futuras.
Por ello, uno de los grande retos que tenemos como país es aumentar el bienestar financiero y reducir la proporción de “ninis” financieros. El sistema financiero se propuso que, para 2030, 71% de la población adulta en el país ahorre o invierta, es decir, que esos “ninis” financieros sean menos de la tercera parte de la población adulta. En esta labor serán fundamentales los avances en educación financiera que se den de forma articulada entre el sector privado y el Gobierno, pues en materia de inclusión financiera el país ha avanzado decididamente para que 92% de los adultos tenga un producto financiero.
Entregar oportuna y asertivamente las herramientas y los conocimientos que empoderen a los consumidores financieros para tener consumos responsables, manejar eficientemente el dinero, administrar la deuda, y ahorrar e invertir, contribuirá a que cada vez más colombianos puedan realizar sus proyectos de vida. Es esta la hoja de ruta que permitirá generar un mayor bienestar y habilitará un mayor desarrollo económico y social en el país.