De Pyme, populismo y plataformas
Los murales de Diego Rivera en Detroit y San Francisco a principios del siglo pasado, presentan obreros contribuyendo con su fuerza de trabajo a un nuevo mundo, el de la revolución industrial. Estas imágenes pertenecen a otra época y realidad. Todo este mundo idealizó de forma legítima, pétrea y heroica a sindicatos y derechos laborales en el imaginario histórico y colectivo de varias generaciones. Hoy, son una carga ideológica 100 años después y frente a la primera revolución digital de nuestra civilización. Los modelos de negocio y seguridad social han cambiado.
No hay herramienta más poderosa de transformación e igualdad social que la internet y los servicios de telecomunicaciones. Los queremos para generar mejores estándares de bienestar social y económico en nuestra sociedad.
La sociedad digital crea nuevas formas de negocio y cadenas de valor, volviendo eficientes los procesos, mejorando la calidad y creando nuevos productos y servicios. En la sociedad digital nacen y mueren modelos de negocio: los libros se leen en Kindle, las tiendas Blockbuster cerraron y hoy tenemos tiendas en línea para música, videos y tiendas. Los SMS de tu teléfono móvil
se transformaron en WhatsApp y Telegram. Es el turno del transporte.
El derecho de acceso a internet habilita el ejercicio de derechos humanos. Cuando con tu smartphone llamas a un transporte, habilitas otros derechos como el de libre tránsito, acceso a la cultura, educación y trabajo, simultáneamente. Para eso queremos conectarnos, para generar empleos, ingresos y bienestar social.
Hemos abandonado a los taxistas tradicionales. Tenemos más de 60 años de no regularizar a los taxistas tradicionales. Casi 211.000 taxistas en Co- lombia, sin derechos sociales, laborales, sin pagar impuestos, sin seguridad, sin seguro médico, ni apoyos económicos.
¿Por qué se presenta una reforma legislativa sólo para las plataformas digitales de movilidad? Se abandona a los taxistas tradicionales y se enfocan sólo en las plataformas digitales. Fácil, las plataformas son visibles y un objetivo político de venta fácil en medios.
El modelo que se quiere traer de la mano de organismos internacionales destruyó más de 40.000 empleos documentados en España con la Ley Rider, el mayor fracaso ante la sociedad digital y la economía creada por las plataformas de movilidad.
Pero, además se percibe un tufo populista e intervencionista europeo. La palabra “precarizar” fue utilizada por primera vez por el gobierno español y su ministra del Trabajo, Yolanda Díaz. Colombia no es Europa. Allá se habla un lenguaje que adjetiva y denota el esfuerzo y el éxito económico de los trabajadores y la tecnología. Estos grupos no quieren innovación ni proteger al trabajador del transporte, quieren destruir la innovación, la competitividad, e imponer su modelo.
Las y los legisladores que promueven esta iniciativa van a condenar al abandono a más de 211.000 trabajadores tradicionales del transporte y van a destruir hasta 120.000 repartidores independientes, cerrar restaurantes de barrio, tiendas de conveniencia, almacenes, emprendedores, freelancers, destruyendo su impacto en la logística y economía de las ciudades.
Esta solución abandona a su suerte a los otros trabajadores del transporte y destruye a las primeras Pyme digitales del siglo XXI, el bienestar social y económico de las plataformas de movilidad.