Entre lo imprevisto y la certeza digital
“Lo implacablemente imprevisto… era lo que en la escuela estudiábamos como historia”
PHILIP ROTH
El tiempo de lo imponderable persiste. Si estos dos años de la pandemia nos han sumergido en una visceral inmersión digital, 2022 intensificará este proceso.
Por un lado, la inflación global provocada, entre otras cosas, por un desajuste de las cadenas de suministro global, el desabasto de chips, una demanda de productos descontrolada y diversos fenómenos económicos, nos ha llevado a algo que el premio Nobel, Paul Krugman, expresa como “tal vez lo que hay que tener en cuenta es lo poco que sabemos sobre dónde estamos en este extraño episodio económico”.
Por el otro, la amenaza de la expansión de la variante ómicron pondrá de nuevo en stand bye o en alerta cautelosa a toda la economía de servicios, eventos en vivo, educación, asistencia a oficina y el turismo.
El 2022 será el año del miedo y de la incertidumbre, con una mayor inmersión en un nuevo mundo conocido, el digital. El año del crecimiento más acelerado de redes y recursos 5G, del crecimiento insólito de las empresas tecnológicas en las bolsas del mundo, pero también de torpezas legales y regulatorias, en un mundo donde mientras unos países lideran el despliegue y el uso de estas tecnologías y sus subproductos, como las plataformas digitales, otros gobiernos construyen un sistema regulatorio que inhibe y castiga el mundo digital, en la forma de sobrerregulación, impuestos especiales y cargas laborales.
Hay dos mundos, quienes quieren liderar la nueva economía del futuro, sus cadenas productivas el bienestar digital y quienes no lo comprenden. Quienes se aferran a la vieja economía industrial y quienes ven el horizonte digital. Quienes quieren sacar rápido de la pobreza a sus ciudadanos y quienes, aferrados a la economía de trenes y petróleo, condenan a sus ciudadanos a una economía de los siglos 19 y 20.
América Latina. Los primeros países que liberaron 5G serán líderes. Los que esperaron serán followers. Hasta el último día de diciembre teníamos 198 redes 5G desplegadas en el mundo y, en América Latina, 18. Uruguay, Chile, República Dominicana y Brasil han liberado esta tecnología. Todos los demás países de la región se verán presionados por la realidad y realizarán esfuerzos enormes por alcanzar a sus pares.
Habrá una tensión por el afán recaudatorio vía el espectro y el despliegue de infraestructura, pero los operadores de telecomunicaciones tienen fatigados sus bolsillos.
Big-Tech. Estas empresas mantendrán un sostenido crecimiento en la bolsa de valores. La digitalización de la sociedad durante esta pandemia, la inflación y la crisis económico-sanitaria global, mantendrá intacta su capacidad de tracción de ventas, utilidades e innovación.
Transformación digital y Cloudificación. El ciudadano, las pymes y los gobiernos que no se transformen digitalmente serán profundamente vulnerables a la competencia, la innovación y la vida misma. El driver de esta actividad es el recurso de la nube, Cloud, y su conjugación anglófoba, la cloudificación. La nube es el camino más rápido hacia una sociedad digital.
La nueva agenda. El equipo de analistas de DPL News identifican que las monedas digitales, Fintech, metaverso, bitcoin, cómputo y supercómputo son las nuevas materias que integrarán el debate regulatorio y de política pública.
Derechos digitales. España y Chile debaten sus derechos digitales y podemos hablar ya de algo que llamo “constitucionalismo digital”, que nace en Iberoamérica.
La batalla más compleja no es la geopolítica, sino la civilizatoria, aquella que se da entre las partes que no hablan, entre la sociedad industrial y el mundo digital. Entre la innovación y la vieja política pública.
Entre el atavismo político y la lucidez de un mundo digital que no va a parar. Hoy, todos
vivimos en un mundo de desconfianza digital.
El 2022 refleja lo implacablemente imprevisto, pero tiene un opuesto inverso y más poderoso: la
transformación digital.