En los años 80 el entonces presidente de la República Belisario Betancur Cuartas le dijo al país que el gobierno tomaba la decisión de desmontar la designación del Mundial de Fútbol Colombia 1986.
El mundo con sorpresa recibió la noticia, pues los argumentos que explicaba Betancur sonaron en su momento bastante sólidos, basados en la simple economía de los países en vías de desarrollo, término que se usaba en la época. La verdad en su momento, y aún hoy, Colombia tiene algunas zonas que se pueden catalogar como en “vías de subdesarrollo”, es decir que ni siquiera han llegado a niveles mínimos de infraestructura para atender las necesidades básicas de servicios públicos de la población. Lo triste es que el dinero que Betancur prometió invertir en infraestructura y temas sociales como salud y educación nunca lo vimos. Nos quedamos en el peor de los mundos, único país en haber renunciado al Mundial y si la inversión social que se usó como excusa para cancelarlo.
El gobierno de Dilma Rouseff en Brasil alcanzó a pasar por ese análisis, y si no fuera porque el Mundial estaba muy encima y era difícil cambiarlo de sede, estaríamos reportando desde otro país como Estados Unidos o algún europeo. Al recorrer las calles de Rio, mi colega de la W Radio, Rosario Gómez estuvo capturando las imágenes de las favelas y las zonas más deprimidas de Rio de Janeiro, donde a pesar de la pobreza y depresión económica se encuentran las banderas y camisetas de la selección brasileña. (Ver Galería de fotos en la página web)
Brasil ha caído en una división de opiniones entre sus habitantes pues algunos no están de acuerdo con el nivel de gasto para el campeonato del mundo. Sumando inversión en hoteles, vías, estadios y telecomunicaciones se puede catalogar como el Mundial más costoso de la historia. Los defensores de esta gran inversión en el Mundial, empezando por Dilma Rouseff (a quien le toca defenderlo sin haberlo obtenido) lo ven como algo necesario y normal. El valor cualitativo es incalculable, ya que no se puede medir el impacto marginal a largo plazo en términos de turismo y nuevos negocios comerciales internacionales.
Los trabajadores que protestan, marchan en las calles y exigen aumentos en sus salarios y mejoramiento de sus condiciones, son una relativa minoría. La gran mayoría saben que la magnitud en el nivel de las protestas va a disminuir una vez termine el Mundial. Ayer con la inauguración nos dimos cuenta, desde acá, que la llegada del juego inaugural entre Brasil y Croacia trajo por un momento de 90 minutos la unificación de sentimientos patrióticos. A pesar de las marchas, saboteos y quema de banderas en algunos puntos, la sensación que deja la ceremonia es que el planeta pudo observar a Rouseff cobrando su paciencia y tenacidad para sacar este difícil evento adelante. No se terminaron algunos estadios y hay obras que seguramente finalizarán después de la final, pero otros mandatarios de la región ya quisieran tener la voluntad política para enfrentar el monstruo en el que se convirtió la protesta.
Ganó Dilma. Una mujer organizando un Mundial. Una gran lección para todos los machistas que siguen insistiendo que es un deporte exclusivamente para hombres. Pronto veremos mujeres en el banco de los técnicos, cada vez más mujeres en el arbitraje y demás niveles directivos en el cerrado mundo del fútbol. Una pequeña reflexión para los que van a votar el domingo, para que miren más allá de los odios personales y pensamiento de corto plazo. Desde Brasil se unieron para lo importante. Ojalá cada votante piense en esos mismos términos para esta reñida segunda vuelta.
Ñapa: Comenzó el Mundial de Fútbol y no se pudo con el tema de la SIC y la Antv, contradiciéndose sobre la pelea en los cableoperadores y canales privados. El estado colombiano en su máxima burocracia y esplendor. La contradicción de la contradicción. Solo falta que empiecen las tutelas, los magistrados, el Consejo de Estado y los Tribunales Administrativos. No vaya a apagar la televisión que hoy esta de cumpleaños número 60.
En esta época de campaña política oímos continuamente promesas de empleo, salud, educación que suenan a lo mismo de cada cuatro años.