El panorama fiscal para 2025 es especialmente complejo. Este presupuesto, que se comenzará a diseñar desde los primeros meses de 2024 obliga a reflexionar sobre la fragilidad de las finanzas públicas.
El presupuesto de 2025, que será especialmente difícil, pone en evidencia las consecuencias de la pandemia en el terreno fiscal. La incidencia de la pandemia no se ha terminado, y se manifiesta en los presupuestos de 2024 y de 2025.
En 2024 el gobierno Petro tuvo que asumir tres compromisos de la administración anterior. El mayor gasto derivado de las decisiones que se tomaron durante la administración Duque es, por lo menos, de $46 billones. El crecimiento del servicio de la deuda será de $20 billones. A esta cifra se le agregan los $20 billones destinados a la compensación del déficit del Fondo de Estabilización de los Precios de los Combustibles. Y habría que sumar los $6 billones correspondientes a la “opción tarifaria”. No obstante la importancia que tienen estos pagos, se lograron destinar $99,9 billones a la inversión. Es el monto más elevado en la historia del país.
En 2025 se seguirán sintiendo las consecuencias de la pandemia fiscal. Este año el servicio de la deuda podría llegar a $112,9 billones y la inversión apenas sería de $68,8 billones. En tales condiciones, el servicio de la deuda superaría a la inversión en 1,6 veces, y la diferencia sería de $44 billones. Esta brecha tan grande no tiene precedentes. En algunos años el servicio de la deuda ha superado a la inversión, pero el diferencial no ha sido tan significativo.
La estructura fiscal de 2025 será un obstáculo para el crecimiento de la economía. Si los recursos destinados al pago de compromisos de la deuda (amortizaciones a capital e intereses), superan el monto de la inversión, no es posible renovar los activos y fortalecer la actividad económica.
Desde los primeros meses del año próximo, cuando se comience a discutir el presupuesto de 2025, es necesario buscar alternativas que impidan que el servicio de la deuda ahogue la inversión.
Este aumento de la deuda no es un problema exclusivo de Colombia. El desbalance fiscal se ha acentuado en la mayoría de los países del mundo. En las naciones de ingreso altos entre 1991 y 2021 el saldo de la deuda pasó de 55% del PIB a 122,5%. En los países de ingresos medios (entre los que está Colombia) subió de 40,8% en 1997 a 65,1% en 2021. Y en los países de ingresos bajos, en el mismo período, pasó de 40,8% a 48,6%. En 2012, en Colombia, el porcentaje del saldo de la deuda pública con respecto al PIB era 33,2%. En 2024 será de 57,1%.
El aumento desbordado de la deuda en la mayoría de los países del mundo, es la expresión de un problema estructural, ya que los ingresos corrientes no son suficientes para compensar los gastos de funcionamiento y de inversión. También es una manifestación indirecta de la burbuja financiera que se ha ido consolidando a lo largo del tiempo, y que es alimentada por las dinámicas Ponzi de las deudas públicas. Los ingresos no han crecido a la par con el gasto. Y la única forma de ir reduciendo la brecha sería mediante un aumento de los impuestos. En Colombia no hay ambiente para una nueva reforma tributaria, así que habría que pensar en otras alternativas que permitan compensar el desbalance del 2025.