Analistas 15/09/2023

Allende

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado

En estos días, 50 años después de la toma del Palacio de La Moneda, es oportuno reflexionar sobre lo sucedido con el socialismo en América Latina. Para Allende fue claro que la transformación social y económica de Chile se tenía que hacer respetando las reglas de la democracia. Su propuesta de cambio se ajustó a los marcos legales existentes. Las élites chilenas se negaron a aceptar las iniciativas de un socialismo moderado, y junto a los militares, y con el apoyo de los Estados Unidos, optaron por derrocar a Allende.

Allende era un demócrata con un claro espíritu liberal. La dictadura de Pinochet aniquiló el proyecto político, y exterminó a la oposición. Desde entonces, las dictaduras de América Latina han buscado eliminar las ideas marxistas y cualquier forma de socialismo. Estos intentos de los militares han fracasado, porque en el heterogéneo panorama político de la región, después de las dictaduras, están vivas las ideas de cambio, y aunque conservan una cierta inspiración de izquierda, las modalidades de socialismo han sido muy diversas.

La situación de las mayorías continúa siendo muy difícil. A pesar de algunos avances, los indicadores sociales son preocupantes. Se mantienen altos los niveles de pobreza, la desigualdad de la riqueza no muestra cambios significativos, las estructuras productivas se han debilitado como consecuencia de la reprimarización de las economías, y de la creciente dependencia de minerales y petróleo.

En estas economías frágiles y excluyentes los discursos de cambio siguen teniendo aceptación. Todos los llamados populismos ofrecen mejores condiciones de vida. Pero más allá del significado del populismo, es evidente la necesidad de que haya transformaciones sustantivas en América Latina.

Las ideas de Allende continúan vigentes, aunque el lenguaje no es el mismo de antes. El socialismo bolivariano de Chavez tiene connotaciones muy diferentes a las de Allende. Los seguidores de Boric también piden cambios, y ponen el énfasis en la democracia y la inclusión. Para Mojica es importante la conciliación y la universalización de las oportunidades. Las versiones de izquierda de Lula han ido cambiando, y su enfoque social inicial se ha ido matizando con la inclusión de los temas ambientales. Las ópticas de Evo Morales y de Rafael Correa son muy diferentes entre sí, y muy distintas a las de los demás gobiernos de izquierda. La perspectiva de Manuel López (Amlo) es una mezcla en la que un nacionalismo radical, que busca ser incluyente, convive con una buena relación con los Estados Unidos. La maquila mexicana ha evitado la reprimarización que han sufrido la mayoría de los países de América Latina.

El socialismo de Petro es más bien un keynesianismo verde, que le da especial importancia a la intervención del Estado con dos propósitos. Por un lado, asumir los riesgos que el privado rechaza y, por el otro, liderar la transformación energética hacia una economía verde.

Entre las diversas modalidades de la izquierda latinoamericana hay tres elementos comunes. Primero, no tienen un discurso marxista. Segundo, sus propuestas son diversas y vagas. Y, tercero, tienen una clara convicción de la importancia de reducir la desigualdad y la pobreza, en una sociedad incluyente.

Después de medio siglo, el balance no es optimista. América Latina sigue rezagada, y el sueño de Allende está lejos de ser realidad.

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