Analistas 27/09/2024

Desarrollo humano y territorio

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado

El último informe de desarrollo humano para Colombia, “Territorios entre Fracturas y Oportunidades”, tiene un enfoque novedoso. Muestra que las condiciones geográficas tienen una incidencia directa en la posibilidad de ampliar el espacio de las capacidades de las personas. Las opciones para el ejercicio de la libertad son cualitativamente diferentes si la persona nace en Riosucio, Chocó, o en Bogotá. La geografía importa por diversas razones: brecha en el acceso a los servicios, diferencias culturas y étnicas, vulnerabilidad frente al cambio climático, nivel de violencia, etc.

El informe comienza recordando uno de los principios que han marcado los informes de Naciones Unidas, “la verdadera riqueza de un país está en su gente”. Y en el caso de Colombia, se agrega, la exuberancia de sus recursos naturales. Es una desgracia que tanta riqueza todavía no se refleja en mejores condiciones de vida para todos.

Se destacan tres virtudes del Informe. Mostrar, en primer lugar, que los logros en desarrollo humano son frágiles, y la tendencia positiva que traía el país antes de la pandemia se reversó. El índice de desarrollo humano (IDH) en el 2019, antes de la pandemia fue de 0,711, en 2020 bajó a 0,705, en 2021 cayó a 0,697. Y el último dato disponible del 2022 fue de 0,707, que todavía no recupera el nivel pre-pandemia.

El segundo aspecto relevante de este informe es que va más allá del promedio, y pone el énfasis en las brechas regionales, que son significativas y continúan aumentando. Mientras que en Bogotá, en el 2022, el IDH fue de 0,786, en Guainía fue de 0,538.

Y la tercera virtud es la preocupación por examinar los factores que podrían favorecer la convergencia. El ideal es lograr que los niveles del IDH sean similares, respetando y potenciando las diferencias entre regiones. No se trata de que todos los departamentos hagan lo mismo. El reto consiste en reconocer la heterogeneidad que existe en el país, de tal manera que el aprovechamiento de la diversidad sea el principal estímulo para el mejoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de los habitantes.

La pregunta por la convergencia continúa siendo uno de los grandes retos de la sociedad colombiana. El diagnóstico es clarísimo, por ejemplo, en “Para Cerrar la Brecha” de López (1974-1978), o el “Plan de Integración Nacional” (PIN) de Turbay (1978-1982). El plan de desarrollo de este gobierno que, como lo hace Naciones Unidas, también pone en primer lugar la geografía, propone como una de sus cinco grandes transformaciones, la convergencia regional. Desde López hasta ahora han pasado 50 años, y todavía estamos lejos de cerrar las brechas. Peor aún, las desigualdades continúan profundizándose.

Para transformar la situación actual, tanto el plan de desarrollo de Petro, como el informe de Naciones Unidas, coincidirían en dos mensajes. Uno, reconocer y potenciar las diferencias. Y, dos, crear mecanismos de compensación, de tal manera que las regiones ricas le transfieran recursos a las más pobres. Naciones Unidas llama la atención, además, sobre el mejoramiento de la productividad laboral y la cualificación de la educación.

Las compensaciones se tienen que realizar de tal manera que, finalmente, lleven a un mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de las regiones ricas en activos ambientales. Las grandes aglomeraciones olvidan que el agua que consumen tiene su origen en los páramos y en los bosques.

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