Desigualdades que matan
Oxfam acaba de presentar en la cumbre de Davos su informe sobre la desigualdad. Y como en los informes anteriores, es un llamado desesperado a la indignación. De manera contundente afirma que la “desigualdad mata”. El diagnóstico es descarnado. Las inequidades se han profundizado. Y, además, la extrema pobreza ha llegado al mayor nivel de los últimos 20 años. Este fracaso es “catastrófico”. A pesar del reiterado llamado que viene haciendo Oxfam desde hace varios años, la situación no mejora, y las brechas se acentúan. Más de 20 millones de personas murieron a causa de la pandemia. Y la situación se ha complicado. Entre otras razones, porque el costo de vida ha aumentado. Ha sido notorio el aumento de los precios de los alimentos y de la energía. Ambos bienes tocan de cerca la calidad de vida de los hogares.
En el último año la inflación de alimentos fue de 33,6%. Y este aumento podría llevar a la pobreza a 263 millones de personas. Para las personas más vulnerables, el alza de los precios de los alimentos tiene consecuencias perversas porque las coloca en el límite del hambre. El otro costo significativo es el de la energía que podría aumentar 50% en 2022. Y la guerra en Ucrania ha oscurecido el panorama futuro, con consecuencias negativas en el resto del mundo. Y los mayores costos han estado acompañados de una disminución del ingreso, así que se ha acentuado la diferencia entre la capacidad de pago y las necesidades de los hogares. El ingreso del 99% de la humanidad cayó durante la pandemia. Mientras las costos aumentan, los ingresos de la gran mayoría de las personas continúan disminuyendo.
La situación de los hogares vulnerables contrasta con la situación de los más ricos, que según Oxfam han sido “inmunes”. Y como si ello fuera poco, se han beneficiado de la crisis. En 24 meses aumentaron su riqueza más que en los últimos 23 años. Algunas empresas relacionadas con la energía, la tecnología y la farmacia, han elevado sus utilidades de forma significativa. En estas condiciones la desigualdad se ha acentuado. Y no solamente se han intensificado las inequidades entre las personas, sino también entre los países. A nivel internacional se observa un progresivo distanciamiento. No hay convergencia.
Frente a este panorama es urgente aumentar los impuestos con criterios progresivos. Este es el camino más adecuado para contrarrestar la creciente desigualdad. En palabras de Oxfam: “La más simple y urgente acción estructural que deben realizar los gobiernos es implementar inmediatamente una tributación que sea claramente progresiva”. No basta con tomar medidas nacionales, sino que se requiere una coordinación internacional.
Es conveniente concretar una tributación global, que impida la evasión en algún país. Entre los gobiernos se ha comenzado a discutir una tarifa a las empresas globales de 15% sobre las utilidades. Este porcentaje es un comienzo muy tímido. Y vuelve a ponerse al orden del día la discusión sobre los paraísos fiscales que, como ha dicho Oxfam en otras oportunidades, son la última etapa de una “carrera de mínimos”. Los capitales migran hacia los países con menos impuestos. Y en esta competencia, la meta final son los paraísos fiscales.
Aunque es evidente el aumento de las desigualdades en el mundo, no hay reacciones en contra. Y el llamado a la indignación que hace Oxfam continúa sin ser atendido.