Deuda pública desbordada
Ahora que en Colombia está en primer plano la discusión sobre la financiación de la salud, es conveniente hacer reflexiones generales que muestran las dificultades que tienen los gobiernos, de todos los países, para financiar el gasto público. Se está presentando una brecha, cada vez mayor, entre las necesidades de gasto y las disponibilidades de ingresos.
Las presiones por mayor gasto se han intensificado en diversos campos: defensa, ciencia y tecnología, sostenibilidad ambiental, infraestructura, etc. En el área de la seguridad social el panorama es especialmente complejo. Los déficit son notorios. De manera específica, en salud los costos marginales son crecientes. Entre otras razones, por el aumento de la esperanza de vida, los avances tecnológicos y el mayor precio de los medicamentos.
Por todos lados, los desequilibrios fiscales continúan ampliándose. El último informe del Banco de Pagos Internacionales (BPI) hace un diagnóstico preocupante. En sus palabras “… el camino que le espera a la economía global y a su sistema financiero es peligroso”. Los niveles que han alcanzado los saldos de la deuda pública, que son “históricamente altos”, se están reflejando en “vulnerabilidades macrofinancieras”, que han alcanzado una “importancia sistémica”.
La preocupación del BPI es pertinente. El saldo de la deuda pública con respecto al PIB continúa aumentando de forma exponencial. En las economías avanzadas, a mediados de los años setenta, el saldo de la deuda pública, como porcentaje del PIB, era de 25%. Hoy es de 105%. Y el panorama futuro es alarmante. En 2050, en la perspectiva optimista, el porcentaje llegaría a 140%. Y en la pesimista, la relación subiría a 251%. Estas cifras no tienen precedentes.
En las economías emergentes, aunque los porcentajes son menores, las tendencias también son preocupantes. En los setenta la relación era de 22%, ahora es de 52%, y en el 2050, en el escenario optimista sería de 80%. En la proyección pesimista llegaría a 210%.
En Colombia, el saldo de la deuda pública con respecto al PIB es, en 2024, de 57,1%, que es cercano al promedio de los países emergentes. En los últimos 10 años el avance de la deuda ha sido significativo. En 2012 la relación era de 33,2%. El pago de la deuda reduce el margen para la inversión pública, con impactos negativos en el producto, el empleo, y el bienestar de la población.
Los montos elevados de la deuda pública están creando burbujas financieras preocupantes. Y el panorama es oscuro porque, sigue el BPI, “… la totalidad de las vulnerabilidades no se han podido identificar bien porque gran parte de ellas, que están directamente relacionadas con el sector financiero no bancario, son completamente opacas”. Los instrumentos de control y regulación de los mercados de capitales se han quedado cortos.
Tanto en los países avanzados como en los emergentes, los niveles de tributación cada vez se rezagan más frente a las dinámicas del gasto. Desde mediados de los ochenta se observa una caída sistemática en las tarifas del impuesto a la renta.
Los movimientos de los ingresos tributarios y del gasto público son muy asimétricos. Para los gobiernos es muy fácil reducir los impuestos, pero es imposible disminuir el gasto. Es factible que la aplicación de un plan de choque disminuya el gasto de manera transitoria, pero la tendencia de mediano y largo plazo continuará siendo creciente.