El sueño americano de Trump
El llamado reiterado de Trump “Make America Great Again” (“De nuevo, haz de Estados Unidos un Gran País”) fue escuchado por sus electores. Y frente a la sorpresa que ha causado su triunfo, es necesario tratar de entender. El ejercicio analítico es indispensable porque detrás de los mensajes simplistas de Trump se anida una lógica autoritaria y excluyente.
El enfoque de Trump no admite matices. No deja espacio para pensar, y sus opciones responden a duplas extremas: blanco/negro, nosotros/ellos, buenos/malos, normales/anormales, cristianos/musulmanes, nacionales/inmigrantes, mexicanos/americanos, etc. Esta bipolaridad, que no permite dudar, cierra cualquier posibilidad del más mínimo diálogo socrático. Y en medio de esta aterradora simplificación, Trump se atreve a negar la inminencia del cambio climático porque en los inviernos norteamericanos él siente frío.
El candidato nunca permitió que se indagara por el significado de “Great”. Si él se hubiera atrevido a admitir la pregunta, habría tenido que reconocer que no tiene respuesta. Trump no sabe si Estados Unidos debe ser grande en términos del producto interno, de la demografía, del bienestar, de la capacidad militar, del empleo, de la productividad, de la competitividad… Le bastó con afirmar que con él sí se logrará la grandeza, cualquiera que sea el significado del término. Desde esta perspectiva, el análisis es lo que menos importa.
En lugar de invitar a pensar, la campaña propuso frases cortas, que movieron el sentimiento, y que no admitían ninguna duda básica. Y este simplismo le facilitó la tarea al elector, que terminó convencido que las carencias de su vida cotidiana se deben a la falta de “grandeza” de los Estados Unidos. Los inconformes de hoy confían en que en la América grande de Trump todos puedan ser exitosos como él. Es la nueva versión del sueño americano.
El candidato tampoco dio pie para que se le preguntara en qué momento el país fue grande. ¿En los tiempos de los fundadores de la nación? ¿Antes, o después de las guerras mundiales? ¿En la época del Vietnam? ¿En los días de la invasión a Irak? ¿Antes de Obama, durante las administraciones Bush? Como Trump nunca definió la grandeza, tampoco tiene la más mínima idea de cuándo el país fue grande y, mucho menos, cuándo dejó de serlo. Pero el elector no piensa, y se emociona al escuchar que América volverá a ser grande.
Frente al avance de la derecha en el mundo contemporáneo, es oportuno escuchar las advertencias de Hannah Arendt, que en los años cincuenta trataba de explicar las dinámicas sociales que llevaron a los totalitarismos. Primero, “no podemos aplazar nuestra lucha contra el totalitarismo hasta que lo hayamos entendido”. Segundo, el ejercicio de la comprensión es necesario, sabiendo que el proceso de entender “no tiene fin”, y que “no produce resultados ciertos”. Tercero, “en la Historia humana, cada acontecimiento revela un escenario inesperado de acciones, sufrimientos y nuevas posibilidades”. Cuarto, “el no pensar que parece un estado tan recomendable para los asuntos políticos y morales tiene también sus peligros”. Quinto, recordemos que los atenienses tacharon a Sócrates de subversivo porque mostró que “el viento del pensamiento era un huracán que barre todos los signos establecidos por los que los hombres se orientan en el mundo; trae desorden a las ciudades y confunde a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes”.