La actual inflación es de costos. Y la decisión que acaba de tomar el Banco de la República de aumentar la tasa de interés de intervención de la política monetaria de 3% a 4%, tiene dos inconvenientes. Primero, no corrige el problema de fondo y, segundo, contribuye a frenar la recuperación que traía la economía.
Al terminar diciembre de 2021, el IPC tuvo un aumento de 5,62%. Y el precio de los alimentos aumentó 17,23%. El impacto de los alimentos en la inflación general es importante. Y existen razones estructurales que explican estos mayores precios. El país está importando cada año 14 millones de toneladas de alimentos básicos. La cifra ha ido aumentando. En 2008 se importaron 9,8 millones de toneladas. La estructura de la producción agropecuaria es muy frágil. Como se desprende de los estudios de la Misión para la Transformación del Campo del 2015, y del informe de Naciones Unidas, Colombia Rural de 2011, la debilidad de la producción agropecuaria, tiene que ver con fenómenos tan complejos como la pésima distribución de la tierra, la falta de servicios sociales, la ausencia de vías terciarias, el costo del crédito y, en general, la poca presencia del Estado. Dado el mal desempeño del sector agropecuario, no queda más alternativa que importar alimentos. Y su costo se encareció, entre otras razones, porque se agudizó la devaluación del peso.
Frente a este diagnóstico, no tiene ningún sentido aumentar la tasa de interés de referencia del Banco de la República. Esta decisión en nada contribuye a la solución de los problemas estructurales del campo. La inflación de costos no se combate subiendo la tasa de interés. Esta medida acentúa los problemas. El comportamiento del sector financiero colombiano frente a la tasa de referencia del Banco de la República es asimétrico. Cuando el Banco la bajó a 1,75%, los bancos privados redujeron sus tasas muy lentamente. Pero ahora, cuando la tasa de intervención sube a 4%, el sistema financiero reacciona rápidamente, y el conjunto de tasas aumenta.
Es un error subir el costo del crédito en estos momentos, cuando apenas se está saliendo del hueco causado por los meses de pandemia. Es imposible entender por qué el alza de la tasa de referencia del Banco de la República pueda contribuir a la reducción de la inflación de alimentos. Esta secuencia analítica es incomprensible. Ante la justa preocupación por la mayor inflación, el banquero central se desespera y toma medidas que no son adecuadas. La economía post-covid debería llevar a replantear los instrumentos convencionales de la política monetaria. El Banco de la República continúa aplicando las medidas que se utilizaban en los años setenta, como si la naturaleza de la inflación fuera la misma. Este enfoque monetarista es inadecuado.
En lugar de aumentar la tasa de interés, el Banco Central debería invitar al gobierno y a las entidades correspondientes para que apliquen las recomendaciones de los estudios que se han realizado sobre el sector agropecuario. Este es un paso necesario para ir avanzando hacia la modernización de la agricultura, de tal forma que las mejoras en productividad se expresen en precios más bajos, y en una disminución de las importaciones. Es la oportunidad de repensar los instrumentos de la política monetaria, ya que la actual inflación de costos no tiene nada que ver con la inflación asociada a incrementos de la masa monetaria.