El Banco de la República está preocupado porque en el último año (sep. 2021 y sep. 2020), la inflación fue de 4,51%, superior a la meta de 3%. Para responder a esta situación se decide aumentar la tasa de referencia de 1,75% año a 2%.
Esta opción del Banco es equivocada porque los factores que están halando la inflación hacia arriba no son de naturaleza monetaria, sino estructural. Y en términos sencillos, como la oferta no está respondiendo a la demanda es lógico que los precios suban. A nivel internacional, la expresión más clara de este desbalance es el aumento del precio del petróleo.
Es un error subir la tasa en estos momentos, cuando la reactivación apenas está comenzando. Sobre todo, porque la banca colombiana ha sido reacia a reducir sus tasas cuando el banco central disminuye la de referencia, pero es muy proclive a encarecer los costos de los créditos cuando el Banco del República comienza a subir su tasa.
En lugar de aumentar la tasa de interés de referencia, el Banco de la República debería alertar sobre los aspectos estructurales que están causando el alza de los precios. Y desde esta perspectiva, es necesario observar con cuidado la situación de la producción agropecuaria. Sorprende el crecimiento significativo que tuvo la inflación de alimentos. En el año fue de 12,4%, un nivel considerablemente superior al IPC global de 4,51%.
La modernización del campo es una tarea prioritaria, a la que no se le ha prestado anterior. De acuerdo con las estimaciones recientes que hizo Greenpeace, en el último año Colombia importó 12 millones de toneladas de alimentos básicos, equivalentes a 30% de los alimentos que se consumen en el país.
El mal manejo de la bonanza anterior durante las administraciones Santos, agudizó el déficit de la cuenta corriente, que todavía no se cierra. Mientras el peso estaba revaluado, no se le prestó atención al aumento progresivo de las importaciones de alimentos. Pero ahora que la devaluación se ha acentuado, el costo de la casta está subiendo de manera significativa.
En pesos se han encarecido los bienes finales y los insumos. La inflación de alimentos afecta especialmente a las familias pobres, porque son el principal componente de su canasta de consumo. Los mayores precios son una pésima noticia para estas familias que ya estaban golpeadas por la pandemia.
La modernización del campo y el aumento de la productividad agropecuaria es la mejor protección contra la inflación. Es inaceptable que se siga consolidando la ganadería extensiva, que le quita terrenos a la agricultura. El lento avance del catastro multipropósito ha impedido conocer el funcionamiento del mercado de tierras.
La complejidad del ordenamiento territorial no se asume seriamente porque el poder terrateniente continúa siendo relevante. En estos temas la sociedad colombiana es premoderna. De acuerdo con el censo agropecuario del 2014, el Gini de concentración de la tierra es escandaloso, de 0,91.
En lugar de mover la tasa de interés, el Banco de la República debería estar convocando a la sociedad colombiana para que se busquen los mecanismos que llevan a una producción agropecuaria moderna y sostenible. El Banco no mira los determinantes estructurales de los precios. Y la estrechez de su visión lo lleva a obstaculizar la reactivación. Comete el grave error de invitar a la banca privada a que suba la tasa de interés.